Supe que el de ayer iba a ser un día sofisticado cuando al abrir la taquilla festivalera me encontré un folio en el que se informaba que los pases de prensa correspondientes al sábado, día 24, eran «Intocables», a las 9.00 horas en el Kursaal, y «Drive», a las doce del mediodía, en el Victoria Eugenia. El caso es que me hubiera dado tiempo a ver las dos de no ser porque el aviso pertenecía a la edición del año pasado. «Tengo que impedir como sea que vuelva a ganar Isaki Lacuesta», fue mi primera reacción, casi un acto reflejo de legítima defensa, si quieren verlo así. Por eso, cuando el primer artista que me tocaba entrevistar en este Zinemaldia me espetó, sin que mediara provocación alguna por mi parte, que «como aquí no se come en ninguna parte» y me remató visiblemente satisfecho con un «¡¡¡en realidad he venido por los pintxos!!!» no pude decir que me cogiera por sorpresa.
El fraude inauguró anoche el certamen y si bien no sería fácil encontrar a alguien al que le entusiasmara, también lo es que no soliviantó a nadie. «Correcta, sin más», fue el epitafio con el que la mayoría de los espectadores de la sesión matutina despacharon la proyección. En cualquier caso, lo mismo da porque una película que sirva para abrir el Festival con Richard Gere -que interpreta al banco malo- y Susan Sarandon -en el papel de su mujer-ya está amortizada. «Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien», reza el tango, pero con el actor se le fue la mano, hay que mirarle la cabellera con las gafas de sol puestas. Hubo quien dijo que durante la rueda de prensa el actor y Susan Sarandon se comportaron como un viejo matrimonio, aunque a mí me recordaron más a Felipe y Letizia durante su indescriptible pedida de mano. Lo más flipante de todo es que no creo que sean apreciaciones contradictorias.
Beast Of The Southern Wild, de Benh Zeitlin, inauguró Zabaltegi. Cada vez que alguien dice que cuando lo has perdido todo es cuando de verdad te das cuenta de las cosas que realmente importan, y no añade de inmediato que una de ellas es el dinero me pongo a sospechar. Sin embargo, la película sureña del director neoyorquino se pasea por una especie de futurista Louisiana post-Katrina, un mundo salvaje sin dios, ni Punset, de la mano de una niña inmersa en la catástrofe. Original en su argumento, potente en su tratamiento visual, Zeitlin filma a los animales comestibles como si fuera personas y a las personas como si fueran alimentos.
Rebordinos necesita un blog. Dirá el director del Festival que no tiene tiempo para escribirlo y seguramente es cierto, pero no es excusa desde el momento en el que tampoco los demás dispondríamos de tiempo para leerlo y sin embargo lo haríamos. Lo que no puede ser es que lleguen las fechas del Festival y a su director le cojan todos los años trabajando.