La soledad era esto. «Lo imposible», de Juan Antonio Bayona, relata las peripecias de un matrimonio estadounidense y sus tres hijos envueltos en el tsunami que asoló en 2004 el litoral de Tailandia. La pena es que lo hace a gritos: «¡¡¡Papá!!! ¡¡¡Mamá!!! ¡¡¡Lucas!!! ¡¡¡Simón!!! ¡¡¡María!!! ¡¡¡Papá!!! ¡¡¡Mamá!!! ¡¡¡Lucas!!! ¡¡¡Simón!!! y así todo el rato. A veces los personajes no pueden gritar porque están sumergidos bajo el agua y entonces el volumen de la música sube y sube hasta que crees que ya no puede subir más y entonces, lo hace. Durante la proyección hubo dos desmayos, la forma más elevada de crítica cinematográfica que se conoce, si exceptuamos el ataque al corazón fulminante, una fórmula patentada por Boris Vian, fallecido durante la proyección de la adaptación de su novela «Escupiré sobre vuestras tumbas». En la película de Bayona -ayer ya se dijo mil veces-, los turistas acaparan toda la atención en régimen de exclusiva mientras los tailandeses quedan reducidos a la condición de sombras que sufren en silencio, un poquito por encima de las palmeras que el mar arrancó de cuajo. «Lo imposible» viene a ser un «remake» de unos cuantos telefilmes que han contado la misma historia en distintos escenarios, los más recientes, en la Nueva Orleans del «Katrina».
«Hope Springs», ¿una secuela? Si usted es de los que siempre quiso saber qué pasó con el personaje de Meryl Streep en «Los puentes de Madison» una vez que renuncia a escaparse con Clint Eastwood y se queda con su marido, quizás halle respuesta en «Hope Springs» -en castellano, «Si de verdad quieres…»-. La propia actriz y Tommy Lee Jones se meten en la piel de un matrimonio que, tras 31 años de convivencia, acude a una terapia de pareja en busca del brío perdido o de algo de brío a secas. Los dos intérpretes se lucen -¡cómo estará Hollywood de guiones para que hayan acabado trabajando en esta comedia tan pillina!- y la película, repleta de pequeñas picardías, hará las delicias del mismo público de «Hysteria», sí, aquella sobre la invención del vibrador, huy lo que he dicho…
Viva el mal, viva el capital. En «Le capital», segunda película de ayer a concurso, Costa-Gavras da forma de narración dramática a lo que viene siendo el contenido habitual de los suplementos salmón de los periódicos dominicales, o sea, los desmanes de las finanzas internacionales. El director de «Missing» ofrece un excelente vistazo a ese mundo absurdo. No cuenta nada nuevo, pero al acabar la película te sorprendes de que aún nos quede algo. Incluso peca de una cierta candidez: ahora mismo, hay tal inflación de ERE»s que un simple anuncio de despidos masivos o recortes de plantilla ya no sirve para disparar la cotización en bolsa de una empresa, como antaño. Como mucho ayudaría a atenuar la caída.