Dicen que el Gobierno se va a cargar el cine patrio vía impuestos, pero es mentira. Es cierto que la derecha española arrastra una desconfianza atávica hacia la cultura, pero Mariano es un hombre sin grandes pasiones, a excepción del deporte profesional. En su caso habría que hablar más de soterrado desprecio y profundo desinterés que de un ligero odio. La subida del IVA no figuraba en su programa electoral, pero la demolición de cualquier forma de ocio pensante está inscrito en su ADN. Es probable que con cualquier de nuestras vidas se podría rodar una película patética, pero el reflejo de Rajoy y sus ministros en una pantalla se quedaría en un retrato infumable, macilento. Y ahí acaban sus responsabilidades. El tema es otro. Un país que ha convertido en una industria rentable cuatro películas de ‘Torrente’ no se puede esconder debajo de algún tan diminuto como el ministro Wert para justificar la muerte por asfixia de su cinematografía. Ahora más nunca, hay tanto contra lo que escupir. Lo único que hace falta es que se retiren los ventrílocuos, los farsantes y los imitadores, y que irrumpan los que tengan algo que decir, aquéllos que han encontrado la historia de una caricia o un disparo digna de compartir con los demás. Ya hallarán la forma de hacerlo, en el cine, en la tele, en internet o en el vídeo-juego. En último término, aún quedan muchas cuevas con paredes vírgenes y listas para dibujar. Ninguna sociedad puede escudarse en el microargumento de un castigo fiscal para interrumpir su derecho al cultivo de su propia forma de entender el buen gusto. Cueste lo que cueste una entrada de cine, ver ‘Taxi Driver’ sigue siendo una de las experiencias más baratas a la que aún tienes acceso. No cambiará el mundo, sino algo mucho mejor: tu forma de verlo. Y en el terreno de las emociones extremas, desmayarse en plena sala de cine viendo en pantalla gigante ‘Lo imposible’-pongamos lo caso- tiene que ser por fuerza mucho más bonito que hacerlo en la sofá de tu casa viendo una copia pirata.
PD: el post va dedicado hoy a los trabajadores del Zinemaldia.