Cada vez que leo o escucho que Israel está haciendo con los palestinos lo mismo que los nazis hicieron a los judíos pienso que, efectivamente, debe haber de un gran déficit de información sobre lo que sucede en Gaza, amén de una ignorancia descomunal en torno la historia reciente de Europa. “Israel está haciendo con los palestinos lo mismo que los nazis hicieron con los judios”. Suena casi como una una plegaria, se comprende la dificultad que ofrece sustraerse a la tentación de abrazar semejante verdad revelada. Cualquier alteración sintáctica estropearía su belleza esférica. Por ejemplo: se podría denunciar que “Israel bombardea Gaza como la Legión Cóndor bombardeó Gernika”, pero por alguna razón ya no es lo mismo. Y también: “Israel expulsa a los palestinos como España expulsó a los judíos”, pero carece de fuerza como eslógan. O incluso podría decirse “Israel trata a los palestinos como Europa trató durante siglos a los judíos”, pero la oración cruje y la comparación histórica ni siquiera aguantaría un pase.

El negacionismo que los fascistas de nuevo cuño llevan décadas propagando a los cuatro vientos, se diviede en dos tipos: el que sostiene que las cámaras de gas no existieron y el que reduce su existencia a un mero detalle dentro de la historia. El ultraderechista Jean Marie Le Pen fue condenado en 1997 por afirmar esto último. En Oriente Medio no hay cámaras de gas. La propia existencia de un millón de palestinos en Gaza lo demuestra. Al ritmo de 10.000 personas diarias eliminadas que Birkenau alcanzó en el verano del 44, la franja sería puro desierto en alrededor de cien días. Israel tampoco realiza experimentos médicos con la población palestina a beneficio de sus empresas farmacéuticas, ni la encierra en campos de trabajo cuyo desequilibrio entre esfuerzo físico y subalimentación solo puede dar como resultado la muerte del prisionero. Y lo cierto es que las empresas israelíes tampoco trabajan con mano de obra esclava, como tantas y tantas grandes industrias europeas hicieron, muchas de ellas, aún en activo, alguna de ellas, ex patrocinadora de equipos como la Real Sociedad, circunstancia que a nadie pareció molestar. Quienes abonan esta peregrina teoría banalizan la importancia cuantitativa y cualitativa de las cámaras de gas que se tragaron a varios millones de personas y se abonan a las tesis de Le Pen, algo que resulta infumable desde un punto de vista progresista y de izquierdas. El jovial y caprichosillo uso de las palabras a la medida de las voluntades entraña sus riesgos. No se trata de soslayar los crímenes que comete Israel, sino de ponerlos en su justo término para no minimizar los del nacionalsocialismo. No vaya a ser que a base de enormizar los unos parezca que se justifican, retrospectivamente, los otros.