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Alberto Moyano

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A la defensora del lector, con la venia

Bajo el título de ‘El miedo a tomar partido provoca monstruos’, la defensora del lector de eldiario.es ha colgado un artículo, celebrado por todo lo alto en las redes sociales, en el que abona el terreno para el desembarco hegemónico de ese periodismo ‘pay per view’ al que parecemos condenados, por mor de la ley de la oferta y la demanda. En su texto, la periodista Olga Rodríguez realiza un breve repaso a la cobertura que los medios de comunicación realizan del conflicto palestino-israelí y critica con dureza varios titulares en los que a su juicio se coloca “al mismo nivel a unos y otros, como si fueran dos bandos igualados”. Y cómo no, para ilustrar el supuesto dislate, recurre al ejemplo del nazismo. “En la Alemania de Hitler el periodismo equidistante podría haber defendido frases como esta:’El rabino del gueto de Varsovia denuncia que los nazis están masacrando a los judíos. Goebbels lo niega”’, dice Rodríguez. Bien, es obvio que semejante titular resulta del todo inconcebible en aquella Alemania por razones que a Rodríguez seguro que no se le escapan. Dejando esto a un lado, opino que el titular es ilustrativo e incluso mejorable. Resulta mucho más reveladora que la frase “el rabino del gueto de Varsovia denuncia que los nazis están masacrando a los judíos” lo es la de que “Goebbels niega que los nazis estén masacrando a los judíos”, siempre y cuando el periodista explique quién era Goebbels, ayudando así a relativizar su credibilidad. En ocasiones, no hay mejor confirmación que un desmentido.

Bueno, todo lo anterior es la anécdota. Si vamos a la categoría, la defensora del lector esgrime afirmaciones dignas de una enmienda a la totalidad desde el punto de vista periodístico. Así, dice: “No se puede tratar por igual al que bombardea que al que es bombardeado, al asesino y a la víctima, al violador y a la mujer violada, al opresor y al oprimido, al ocupante y al ocupado, ni dar la misma credibilidad a una cifra y a su contraria”. Sucede que la realidad no siempre ofrece ejemplares en estado puro y su configuración escapa al esquema de los dibujos animados. Por continuar en el ámbito internacional, un asesino de masas con vocación de genocida como Sadam Husein se enfrentó a los líderes del mundo democrático para negar, de forma estéril, la existencia de armas de destrucción masiva en su país, algo que los hechos confirmaron posteriormente. Pero es que si nos limitamos al ámbito español, esos principios que defiende Rodríguez se han aplicado de forma inmisericorde desde Madrid a cuanta información hacía referencia al País Vasco durante, al menos, las últimas dos décadas, con resultados calamitosos. No ha habido mayores aberraciones en la historia reciente del periodismo español que las perpetradas bajo este paradigma informativo, en el que el asesino ha sido despojado sistemáticamente de credibilidad alguna cuando su testimonio colisiona con el de la víctima. Así, los medios otorgaron la hegemonía en régimen de monopolio a las versiones oficiales en las que el detenido era hospitalizado, fruto de las lesiones supuestamente sufridas durante su detención o al ser atropellado durante su huida, aunque los testigos no observaran forcejeo alguno, ni apareciera jamás el vehículo que le embistió. Al fin y al cabo, ¿a quién tenías que creer? ¿A un servidor público que se juega la vida para detener a un asesino o a un terrorista detenido con una pistola aún humeante en la mano? El resultado de esta falsa disyuntiva ha resultado demoledor para la credibilidad del periodismo español en lo que a la situación vasca se refiere, que aún se resiente de sus devastadores efectos.

Afirma Rodríguez que “ser periodista es tomar partido por la verdad, estar al lado de las víctimas, de los derechos humanos, de la justicia”. Y discrepo de nuevo. La obligación del periodista es iluminar sin convertirse a sí mismo en un iluminado. “Tomar partido por la verdad” es una expresión vacua que suscribirían incluso los tertulianos de Intereconomía. El periodista debe relatar los hechos en su conocimiento, siendo tarea de cada cual forjarse su propia idea de la ‘verdad’, coincida o no con la de Rodríguez, a quien horroriza la idea: “La equidistancia, tan ‘respetuosa’, deja en manos del receptor la tarea de encontrarla”. Al contrario, esa ‘equidistancia’, que no tiene por qué serlo, es la que garantiza la pluralidad de los medios informativos. Lo contrario te condena a leer cada mañana la franquicia española del ‘Granma’. Concluye Olga Rodríguez con una cita de Kapuscinski: “El verdadero periodismo es intencional”. Cabe añadir que el falso también lo es. Basta echar un vistazo a buena parte de lo que se publica en la red para comprobarlo. Si el miedo a tomar partido provoca monstruos, la ausencia de precauciones informativas y de un mínimo de recelo -a mi juicio consustancial a la profesión- alumbra una suerte de subperiodismo modalidad ‘en brazos de’, una hoja parroquial sólo apta para los ya convencidos de antemano y adictos a la lectura de todo aquello que ya sabían.

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