Notablemente mareado por la rave de análisis políticos en torno al resultado de las elecciones catalanas he decidido elaborar el mío propio que, a diferencia del todos los demás, ofrece la ventaja de que renuncia a persuadir a los ya convencidos, por cuanto en esta mar de dudas, sigo sin entender nada. Es un acto en defensa propia, so pena de sucumbir aplastado por la avalancha de ingeniosas interpretaciones que se han colado de rondón en el Cataluña Arena. Por lo tanto, seré breve, poco convincente y nada explicativo: en efecto, España ha ganado las elecciones. No me refiero a éstas, sino a todas. Las ya celebradas y las aún por celebrar. El propio mapa de España, aún en vigor, así lo demuestra. Quienes se oponen a cualquier consulta territorial no requieren de mayorías para proclamarse sempiternos vencedores de cuantos comicios se convoquen porque al resultado de éstas, hay que descontarle el título VIII de la Constitución. Esto significa que este sector ganará cualquier elección, pero ninguna consulta, razón por la cuál se celebran las primeras, pero no las segundas. Si tal y como sostiene buena parte de la prensa madrileña, España se autodeterminó hace 500 años fue tan sólo porque un mal día lo tiene cualquiera, un desliz que no volverá a repetirse. Otro aspecto a destacar es que quien adelanta las elecciones con el propósito de comprobar que una mayoría descomunal respalda sus postulados suele salir mal parado: el pueblo no perdona que le obliguen a celebrar más fiestas de la democracia de las estrictamente necesarias y castiga al promotor. La tercera conclusión es que el votante conservador no sólo se siente cómodo en un escenario de corrupción generalizada, sino que frente a la urna se manifiesta como un ferviente partidario del incumplimiento de los programas electorales. A continuación, conviene consignar el éxito que en las urnas continúan obteniendo las formaciones recortadoras en materia de Educación y Sanidad. Y la quinta y última enseñanza que nos dejan los comicios celebrados ayer es que las empresas de sondeos pueden fallar con estrépito en un ejercicio de patriotismo en el que encarnan como nadie lo que a día de hoy viene a ser la marca España. Lo más probable es que los perpetradores demoscópicos que auguraron que CiU rozaría la mayoría absoluta estén ya a estas horas ultimando un ERE en su plantilla, siempre en el marco de lo que este país entiende como I+D+i.