Si el representante de la OCDE fuera a China o a la India a proponer que el Gobierno local decretaria una subida de los salarios mínimos vigentes en su país hasta mínimos razonables, la implantación de la cobertura por desempleo o el pago de unas pensiones a los jubilados se podría afirmar sin miedo al error que este organismo ama a todos sus hijos por igual. Sin embargo, dado que sus peticiones en lo que a España se refiere apuntan en la dirección de convertirnos a todos en ciudadanos asiáticos habrá que concluir que la Organización nos odia todos, sin distinción de clases, raza, sexo o religión. Tampoco es que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos sea un ente que disfruta con la maldad y se regocija en la miseria ajena; simplemente, se dedica a evangelizar el mundo de acuerdo con los principios que rigen el funcionamiento de las únicas economías nacionales que aún crecen en el mundo, esto, competitividad individual y ahorro público. Los límites son la esclavitud y la intemperie, respectivamente. La OCDE se ha especializado en fracasar de forma llamativa a la hora de fijar sus previsiones y tampoco se molesta en ocultarlo -ayer mismo reconocía que la economía mundial “se ha deteriorado en un grado impensable hace sólo unos meses”. El motivo es que observa la realidad desde una perspectiva que le impide comprenderla, su comportamiento se asemeja a la de una empresa de sondeos frente a las elecciones catalanas. Sirva como ejemplo de sus distorsionadas percepciones de la realidad su afirmación de que el gobierno contaría con el respaldo popular a la hora de acometer nuevos recortes. En efecto, la crisis desaparecerá en el momento en el que sustituyamos este término por el neutro “actual situación económica” sin más. Si usted acepta que le suban los impuestos, le bajen el sueldo, le supriman las prestaciones sociales, le obliguen a contratar planes de pensiones y seguros médicos privados, y prescinde de las vacaciones pagadas, la economía volverá a la senda del crecimiento. En un mundo en el que a los estafados se les denomina “tenedores”, la “letra pequeña” es un instrumento financiero tan legítimo como cualquier otro, los empresarios siguen considerándose en contra de toda las evidencias “los que crean riqueza y empleo” y nadie sabe qué significa exactamente ‘Valor Añadido’ en la sigla IVA, no queda más opción que protegerse cada cual a sí mismo. En cuanto a la OCDE, tras su discurso macroeconómico subyace el mismo mensaje tóxico que teólogos de la liberación y cooperantes de ONG’s difunden cuando regresan a su pueblo: en África no saben lo que es la crisis. En otras palabras, somos unos privilegiados. Por la conciencia individual empiezan los recortes colectivos.