El hombre que retransmitió la llegada del hombre a la Luna entrevistó anoche a uno de los que más tiempo suele pasarse en ella. Que aquello no iba a ir del todo bien quedó claro a los tres minutos, cuando a la segunda pregunta de un cuestionario más montado que Espartero en su caballo, su Majestad se arrancó de forma hilarante con un “hombre, así, a bote pronto, diría que…”.
Durante la distendida charla, la imagen del rey escuchando las preguntas parecía ir acompañada de sonidos industriales, crujido de cadenas, ruidos de émbolos y el rugido de varios motores de explosión trabajando a toda máquina, la banda sonora del esfuerzo que requirió comprender, si quiera de forma aproximada, las cuestiones formuladas por Jesús Hermida en su inevitable estilo churrigueresco, siglos XVII y XVIII. Un esfuerzo estéril, si atendemos a las respuestas. En línea con lo que ha venido siendo su reinado, el monarca se expresó en términos marcadamente soporíferos,la mejor arma que encontró a mano para hacer frente a unas preguntas bochornosas.
Sólo acertó a expresarse con soltura cuando habló sobre su padre y sobre su hijo: ahí, el rey dijo lo que pensaba -que no tiene por qué coincidir con la verdad- y el abismo en el tono respecto a sus anteriores réplicas fue insalvable.
Si tuviéramos que quedarnos con algo, el cielo no lo quiera, sería con su mensaje de que “podemos salir de ésta, pero todos juntos”. Viniendo de alguien cuya familia tuvo que distribuirse en mesas separadas durante la cena de Nochebuena ante el evidente riesgo de reyertas, no se puede decir que fuera un mensaje optimista. A modo de ejemplo, la entrevista fue a todos los efectos a un viudo, ya que ni se mencionó la existencia de la reina. Por lo demás, la entrevista fue un éxito: ahora podemos decir que conocemos un poco mejor a Jesús Hermida.