Se busca auditor que confirme que los posibles pagos e ingresos en ‘negro’ no figuran en la contabilidad oficial del PP. Estamos ante un feliz ejercicio de ilusionismo que, aunque estéril, garantiza los resultados: equivale a despejar cualquier duda sobre un posible embarazo analizando la orina del hipotético padre y si ni aún así está seguro, que se haga una revisión en el otorrino.
La investigación del caso Bárcenas se podría resolver mediante la sencilla aplicación del cuestionario Winfrey, sustituyendo la pregunta “¿es posible ganar siete tours seguidos sin doparse?” por la de “¿se pueden ganar 22 millones de euros seguidos de forma honrada?”. En ambos casos, encontraríamos ejemplares humanos convencidos de que sí, perfectamente, porque para eso están los fanáticos. Esperanza Aguirre, por su parte, considera que el PP se encuentra ante una gran oportunidad de regenerar el partido, obviando que en la política como el deporte, cada nuevo positivo no ha servido para erradicar las prácticas fraudulentas, sino más bien para perfeccionarlas.
Ante el riesgo de que una única auditoría acabara topando con algún tipo de irregularidad, el PP ha anunciado que se someterá a dos, así se garantiza el beneficio de la duda, sean cual sean los resultados de la una y de la otra, contradictorios entre sí, con toda certeza. Lo mismo podría cachear contra la pared a todos los mendigos de la calle Génova y obtendría indétidos resultados. En cualquier caso, lo mismo da desde el momento en el que las conclusiones se anuncian para dentro de un año, en la vertiginosa España de los escándalos, una eternidad. Ya no se trata de resolver la ecuación de ‘quién vigila al vigilante’, sino que hemos retrocedido a la fase previa: ¿quién era exactamente el vigilante? En cuanto a Rajoy, ha asegurado que no le temblará la mano, la única promesa que está en condiciones de cumplir en toda la legislatura. Basta con alterne sus dos posturas fundamentales: de brazos cruzados o con ellas en los bolsillos.