La muerte de Margaret Thatcher nos devuelve una vez más a la casilla de salida, expresada en la frase “hay que situar al personaje en su contexto”. En efecto, los ochenta fueron una década en la que aún seguían vigentes las categorías. Thatcher fue la última mandataria en anunciar recortes sociales, supresión de ayudas públicas y desmantelamientos industriales en declive a golpe de escupitajo. En la actualidad, los dirigentes políticos te cuentan exactamente lo mismo, pero con lágrimas en los ojos -ver vídeos de Soraya Sáenz de Santamaría o la ex ministra italiana del ramo- y le echan la culpa de todo a la troika. “Estamos haciendo lo que hay que hacer”, en palabras de Rajoy que revelan que la coacción ha sustituido a la convicción. Por otra parte, no hay que olvidar que La Dama de Hierro fue una pionera en ese profundo desprecio hacia los sindicatos que ahora exhibe sin pudor buena parte de la izquierda en ceremonias de purificación.
Los ochenta quizás fueron años malos para vivir, pero estupendos para combatir. Teníamos a Thatcher, a Reagan, a Wojtila, a Pinochet y el apartheid, y todos ellos congeniaban a la perfección. Con semejantes coordenadas, resultaba fácil situarse. En el segundo trimestre de 2013 lo que nos queda son conceptos evanescentes por inconcretos, como la prima de riesgo, las agencias de calificación, la troika y la evolución de los mercados. La brújula se ha vuelto loca, de ahí la devoción por Hugo Chávez y Ahmadineyad, llegando incluso a los tímidos amagos de adecentar el impresentable régimen norcoreano.
Margaret Thatcher ha muerto, pero su legado pervive entre nosotros. A saber: la discografía de los Clash, las primeras novelas de Jonathan Coe, las películas de Ken Loach y los Spitting Image, en donde la mandataria aparecía invariablemente regañando a sus ministros en el WC de caballeros, mientras miccionaba de pie, con la cabeza baja y la mirada fija en el objetivo. No invocaré el monólogo de Orson Welles en ‘El tercer hombre’ aludiendo al esplendor renacentista de los Borgia y el reloj de cuco suizo, pero pregúntese con sinceridad qué creaciones artísticas alumbrará una época inspirada en Cameron, Monti, Rajoy o Barack Obama. Donde antes estaba la ‘contra’, ahora hay aviones no tripulados, símbolo y metáfora de estos tiempos de confusión que nos han tocado sobrellevar. Con la desaparición de Margaret Thatcher, nuestro odio se queda un poco más solo.