La divisa “vive deprisa y deja un cadáver bonito” requiere una nota a pie de página aclarando que este último ha de ser el propio, no el de alguien que pasaba por allí. Ortega Cano ha sido condenado a dos años y medio de cárcel por causar una muerte mientras conducía sereno como si fuera un perfecto borracho. Si en pleno uso de sus facultades físicas y mentales invadió el carril contrario a una velocidad de 125 kilómetros por hora, quizás la pregunta pertinente sea cómo es posible que le retiren el carné por tan sólo tres años en lugar de a perpetuidad. Al fin y al cabo, no todo el mundo está facultado para conducir bólidos.
Cuatro peritos testificaron que, a la luz de los análisis, el viudo de ‘La más grande’ se había cogido aquella noche ‘la más gorda’, en tanto que el ex matador declaró que apenas se había mojado los labios con cava. El cruce de estas dos versiones hubiera obligado a admitir que la boca del acusado consiste en dos compresas ultraabsorbentes de las mismas dimensiones que la de una Carmen de Mairena, por poner un ejemplo, así que el juez ha resuelto desestimar la prueba de alcoholemia -1,26 gramos de alcohol en sangre-, porque el frasco precintado y guardado bajo llave en un lugar de acceso restringido no cumplió con los rigores de la cadena de custodia. Una anécdota, tal y como está la legislación española, dado que de haberse admitido la prueba, la condena no hubiera soprepasado en ningún caso los cuatro años, lo cual obliga a preguntarse qué llevó a los abogados de Segi a desdeñar la posibilidad de achacar las actividades de sus clientes al estado de embriaguez consustancial a la juventud.
El estado de serenidad atenúa el delito si vas al volante, pero lo agrava si eres peatón. Esto demuestra que la Justicia es igual para todos, aunque hay que estar como una cuba para no verla doble. Desde este punto de vista, la víctima no ha salido del todo mal parada porque si bien ha perdido la vida, su familia al menos se ha librado de indemnizar a Ortega Cano, que ya ha advertido de que se querellará contra quienes le llamen borracho, un brindis al sol y, si se me permite, también al show. En tanto se resuelven los recursos anunciados, la versión oficial de los hechos es que hay que tener mucho cuidado porque uno empieza bebiendo los vientos por alguien y termina mojándose los labios en soledad, una relectura del clásico: “se comienza con el porro y se termina en la droga”.