… ¿qué pensarías de un país cuyo jefe de Estado escoge un partido de fútbol para reaparecer en público tras una larga convalecencia? ¿Relajarías el objetivo de déficit ante un gobierno que permite el empufamiento infinito de las sociedades anónimas deportivas por miedo a la furibunda reacción de los electores? ¿Tendrías compasión de una población supuestamente exhausta por los sacrificios económicos que abarrota los estadios a unos precios de entrada que triplican los de tu propio país? ¿Confiarías en unas instituciones que siguen destinando recursos públicos a la construcción de nuevos campos de fútbol entre la ovación del contribuyente? ¿Empatizarías con una nación de 6,2 millones de parados cuyos medios de comunicación cuyas webs relegan las manifestaciones sindicales del Día de Trabajador al tercer o cuarto pantallazo, en favor del titular “Messi no jugará de salida”? ¿Te amedrentarías ante una ciudadanía en crisis que se junta para gritar con una vehemencia nunca antes exhibida el cenizo “¡¡¡sí se puede!!!” con motivo de una semifinal de Champions? Pues eso.