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Alberto Moyano

El jukebox

Hay una sopa en mi mosca

Que la ONU recomiende comer insectos para combatir el hambre en el mundo no debería constituir una sorpresa, al fin y al cabo la ocurrencia se sitúa en línea con las reglas que rigen el nuevo mercado laboral.  Llegará el día, pronto, en el que Gregorio Samsa ya no sólo se despierte convertido en un insecto, sino que un congénere le aguardará acurrucado en el cuenco del desayuno. Ese día, el adjetivo ‘kafkiano’ pasará de ser una categoría literaria a convertirse en una modalidad de menú del día. En cuanto a la exclamación “¡hay una mosca en la sopa”!, pasará de ser una denuncia a convertirse en una expresión de júbilo.

Ya nos advirtió el FMI hace unos meses de que estábamos viviendo demasiado tiempo. Tras la introducción de escarabajos,  orugas, abejas, hormigas, langostas, grillos, cigarras, chicharritas, cochinillas y chinches en el corazón de la dieta mediterránea, se agazapa la idea de aproximar nuestra esperanza de vida a la del saltamontes común. No niego que trasladar el repugnante crujido que produce el estallido de una cucaracha del zapato a la boca no vaya a suscitar objeciones por parte de los sectores más radicalizados de nuestra sociedad, pero al igual que sucede con las nuevas modalidades de contratación en curso, la FAO ya ha previsto la necesidad de implementar programas educativos que ayuden a combatir “el factor asco”.  Si apenas hemos terminado de aceptar la última reforma laboral y ya estamos preparados para la próxima, significa que “sí se puede”.

Lo cierto es que hay que ser muy pobre para no disponer una o dos moscas revoloteando delante de la pantalla de plasma, al menos en la temporada estival. La pena es que todo esto nos llegue después de décadas soportando los feroces escraches de los recaudadores del Domund -en cuyas huchas introduciré  a partir de ahora el primer lepidóptero que pille a mano,- y tras innumerables giras mundiales de U2 en las que nunca faltaba el momento para combatir el apetito en el mundo a golpe de SMS. El hombre del futuro cobrará 600 euros de sueldo y  leerá las noticias en una tableta de última generación, mientras se entrega distraídamente a la ingesta de orugas criadas a base de la mejor selección de heces.  Habrá que que sincronizar el calendario de vacaciones con las fechas propias de la matanza de la pulga, de la que, como sucede con el cerdo, se aprovecha todo.

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