La última vez que puse los pies en una entidad bancaria presencié cómo una octogenaria le comentaba al empleado de la oficina que no entendía cómo había gente dispuesta a adquirir en subasta un piso embargado a una familia desahuciada. “Me generaría problemas de cociencia” adujo. El audaz ejecutivo no tuvo que pensárselo dos veces para llamarle tonta con buenas palabras al replicar: “Déjese de escrúpulos, señora, debería pensar que el otro no dudaría en hacerse con su casa si la desahuciada fuera usted”. Rehén de los viejos esquemas, en ese momento ni se me ocurrió pensar que quizás estuviera ante un preclaro líder de la izquierda transformadora.

A la espera de que el vicepresidente andaluz, Diego Valderas (IU), evacúe las explicaciones que permitan una mejor comprensión sobre cómo logró hacerse en pública subasta y a precio de saldo -cinco millones de pesetas por una vivienda hipotecada en ocho- con el domicilio de su vecino desahuciado, el estropicio ya está hecho por boca del portavoz parlamentario de su grupo, que ya lo ha aclarado todo, atacando el núcleo del asunto: “Es algo que todo el mundo hace”, ha dicho el representante de IU, contextualizando la carroñera operación inmobiliaria en el marco de “la cotidianeidad”. La frase eleva a categoría algo que podría haberse quedado en anécdota y desmiente el balido que las ovejas entonan sobre el conocido estribillo de “No nos representan”. Ya lo creo que lo hacen, cierto que en la medida de sus posibilidades, dado que todo negocio requiere de al menos dos socios. Por cierto, si uno es la banca rapaz convendría ir preguntándose quién ha sido el otro.

La versión oficial de los hechos sostiene que únicamente la banca se enriqueció mediante la especulación inmobiliaria, pero los hechos demuestran que amplísimos sectores de la ciudadanía también lo hicieron o cuanto menos lo intentaron. El insigne representante de la izquierda transformadora rindió honores al adjetivo que le adorna, iniciando de inmediato las obras de reforma que le han permitido vivir desde entonces y hasta ahora a lo largo y ancho de 194 metros cuadrados, en adelante, ‘Villa SíSePuede’. Si entonas a voz en grito en semejante espacio lo de “famélica legión”, es probable que el eco de las paredes tan sólo te devuelve “legión”. En cuanto al desahuciado, no hay motivo para el desvelo, ha aclarado la oficina del vicepresidente andaluz: “Se fue a vivir a otra casa -la de sus suegros-, que además es bastante grande». Ni siquiera un banquero se hubiera expresado mejor.