Antes que esa revisión ética de su pasado que a diario se le reclama a golpe de tambor, el conglomerado conocido como Izquierda Abertzale podría centrar el ejercicio de autocrítica en todo lo referente a táctica y estrategia, si quiera porque a dónde no llega todo lo demás, debería llegar el pragmatismo. El despliegue de la magna ikurriña frente al balcón consistorial de Pamplona instantes antes del chupinazo fue saludado como una audaz y emotiva acción reivindicativa por sus incondicionales, a la vez que con indisimulado alborozo por la derecha navarra que, podrida hasta el tuétano por la lepra de la corrupción, encuentra una vez más el hilo que le permite tejer el enésimo capítulo del relato de las imposiciones. 48 horas después, la IA continúa embarrada en una letanía de explicaciones que remiten a vetos, injusticias y cargas policiales, a la vez que se polemiza con sus hipotéticos aliados, mientras UPN regresa con renovados bríos a su impostado papel de única alternativa frente a tanto desmán.

La IA no termina de asumir que denunciar tropelías y hacerlo con torpeza son actitudes perfectamente compatibles. Al fin y al cabo, el don de la inoportunidad se espolvorea con generosidad sobre determinadas cabezas pensantes. Así, la creativa interpretación de los hechos que considera que la ikurriña para clientes de Tatano exhibida en Pamplona ha sumergido a UPN en el ridículo universal resulta un tanto voluntariosa y remite a una extensa relación de fallos de cálculo. Preguntas como para qué ha servido, a quién ha perjudicado y a quién ha beneficiado, dónde ha generado unión y dónde discordia o incluso si ha ha servido para sumar o para restar en un momento en el que sólo la acumulación de fuerzas permitiría cambios en la relación de fuerzas deberían arrojan un resultado desolador desde la perspectiva de los barbudos del tejado. No obstante, se opta por soslayar esas engorrosas cuestiones, lanzándose en picado por la rampa del recuento de los agravios comparativos y las comparaciones imposibles. Barcina y Maya cederán gustosos el balón de la emotividad a condición de quedarse con el de la astucia porque puesto en el trance de elegir entre tener razón o tener mayoría, a UPN siempre le dará un ataque de risa.