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Alberto Moyano

El jukebox

La mano en el fuego: una receta del Capitán Garfio

Cuando los ministros de Rajoy aseguran como un sólo hombre que pondrían la mano en el fuego por la intachable honradez de su presidente lo hacen en sentido figurado, acogiéndose a los recursos de la poesía pastorial: ni se refieren a su propia mano, ni por fuego entienden algo que vaya mucho más allá de la placa de inducción. Llegados a este punto, hay que recordar que la mano en el fuego se sirve poco hecha, lo justo para sellarla de forma que conserve en su interior todos sus jugos. En todo caso, una forma como otra cualquiera de impedir que ulteriores pruebas caligráficas certifiquen que firmaron de su puño y letra los pagarés de los sobresueldos ilegales. En el mejor de los casos, estaríamos pues ante un intento de destruir pruebas.

La frase “pongo la mano en el fuego” siempre va acompañada de un redoble de tambores pero su cotización en el mercado de valores tiende a cero. El propio Bárcenas podría poner la mano en el fuego en favor de sus tesis y sólo la decidida intervención de un juez de instrucción permitiría deshacer el empate técnico. En ocasiones, poner una mano en el fuego es la única forma de conservar la otra, por no hablar del asiente en el consejo de ministros. Todos los miembros del Gobierno -excepto el saliente Wert- saben que de prosperar las acusaciones de corrupción generalizada, Esperanza Aguirre se encargará personalmente de poner sus manos en el fuego tan sólo por el placer de oírles gritar de dolor. Por cierto, se diría que la exultralideresa ha puesto ya la mano en el fuego por la hipótesis que su partido del alma está dirigido a día de hoy por una recua de ladrones, quién sabe si comunistas en estado latente.

Dado que en España la Historia siempre se repite, primero como tragedia y después como toma falsa, hoy volveremos a contemplar la escena en la que Pedro J. Ramírez entra en el juzgado con su mejor sonrisa de coyote y un ejemplar de El Mundo bajo el brazo. Ante el juez Ruz, se mostrará dispuesto a poner en el fuego, no ya la mano, sino incluso la colección primavera-verano de Agatha Ruiz de la Prada por la veracidad de sus conversaciones con Bárcenas, elevadas a género periodístico. Poner la mano en el fuego ha pasado de ejercicio de prestidigitación a plato regional y en gastronomía, lo más importante es el producto. A esta hora de la mañana, pondría la mano en el fuego a que es más fácil que la deposición de Pedro J. se traduzca en una suscripción del magistrado a Orbyt válida hasta fin de año que en una citación judicial para que declare Rajoy, si quiera, en calidad de testigo.

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