Me apeo del bus en plena La Zurriola y me dispongo a disfrutar de los siete kilómetros sin semáforos que esta ciudad pone a disposición de los peatones. Apenas lo he hecho, consigo apartarme de la trayectoria de un proyectil humano que subido a una tabla con cuatro ruedas conocemos como skater. Sin apenas un respiro, me cimbreo y con un movimiento reflejo esquivo la embestida de un ciclista. Demasiado joven para morir en un bidegorri, me posiciono sobre la acera y comienzo a andar. El acto de caminar siempre hace que en el interior de mi cabeza comiencen a sonar canciones, no sé por qué. Hoy toca «Going To a Go Go», de Smokey Robinson. Dejo atrás a un nutrido grupo de turistas entrados en años que prácticamente sin resuello intentan atender las explicaciones que imparte bajo el sol una implacable guía que se cobija en un paraguas. Con un gesto vago traducido universalmente como «voy con prisa», eludo las sucesivas acometidas de dos jóvenes empeñadas en encasquetarme folletos de comida rápida a domicilio. Atiendo los requirimientos de un grupo de visitantes que me preguntan por un local de comida rápida y de otro, que busca un estanco. Me embarco en un demencial e interminable eslalon con el único objetivo de no salir en mitad de la foto que un ejército de turistas, organizados en parejas, se toma posando sobre la barandilla de La Concha. Finalmente, accedo incluso a inmortalizarles yo mismo, única forma de no salir también en la foto. Les doy a elegir fondo -¿Urgull o Igeldo?- y termino haciéndoles una de cada. Prosigo mi periplo. Sin margen para la reacción, caigo en medio de un grupo de «niños de la cuerda». Ahora oigo «Tubullar Bells». Intento abrime paso entre la tupida red de mochilas, pero sólo consigo enmarañarme aún más en la red. Finalmente, recupero mi autonomía motriz. Algunos de ellos me increpan desde lejos: «¡¡¡Eh, señor!!!» Duele, sí, pero hago oídos sordos y sigo caminando. Me encuentro al tercer conocido que, como los dos anteriores, me pregunta cuándo cojo vacaciones y que como los dos anteriores me mira con pena cuando respondo que ya lo hice. Me despido. Prosigo con paso firme. Ya veo mi lugar de destino. Fin de trayecto. Me siento raro.