El forense Francisco Etxeberria explicó anoche en ETB2 que la práctica de la tortura por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ha sido una práctica sistémica e institucionalizada durante toda la etapa democrática hasta el día de hoy, que se ha ido adaptando en función de las circunstancias cambiantes. Etxeberria cifró en varios miles el número de víctimas de la tortura en el País Vasco y estimó su aplicación durante algunas etapas en el 100% de los  detenidos en régimen de incomunicación. Así, como de pasada, relató también que a consecuencia de la denuncia de estos delitos le incendiaron el coche y pusieron una bomba en el de un compañero, atentados nunca esclarecidos -posiblemente, jamás investigados-, pero que el miembro de Aranzadi atribuyó a los uniformados

Sin duda, semejantes acusaciones le harán acreedor hoy mismo a una lluvia de denuncias y querellas, pero no. Nada de eso ocurrirá, dado que negar algo implicaría admitir la posibilidad de su existencia. Etxeberria no será objeto de ninguna acción ante los tribunales, igual que no lo fueron la detenida que en ‘La pelota vasca’ relataba su violación con un palo de escoba en comisaría -un dato interesante para que quienes se desvelan ante la posibilidad de que la derogación de la doctrina Parot ponga en la calle a jaurías de violadores- o el actor Ion Arretxe, superviviente de la razzia policial que concluyó con la muerte de Mikel Zabalza, cuando relató en la prensa nacional su paso por Intxaurrondo con motivo del estreno de la película de Jaime Rosales ‘Tiro en la cabeza’. En cuanto a Felipe González, que lleva desde 1995 amagando con denunciar a quienes le identifiquen como el señor X, anoche fue señalado una vez más como fundador, espónsor -con fondos públicos- y ‘número uno’ de los GAL. A la espera de que emprenda las pertinentes acciones judiciales para salvaguardar su honor, cabe recordar que la sociedad española se divide entre quienes le idolatran -electorado socialista- y quienes le añoran -electorado popular-. Unos y otros coinciden en su talla de estadista.

Hoy, 30 aniversario de los GAL, es el momento de reconocer que la sociedad española comprendió, amparó, justificó, miró hacia otro lado o incluso aplaudió el asesinato, secuestro y torturas de miembros de ETA, aún en el caso de que, como Segundo Marey -primera víctima- o García Goena -última víctima- no lo hubieran sido nunca. Desde el inefable Amedo al terrible Melchor Miralles, pasando por el mejor periodista de tribunales de este país, José Yoldi, coincidieron anoche en este punto. Es más: la sociedad española en su conjunto sancionó con reproches e insultos en el mejor de los casos la investigación de estos sucesos. Se recurrirá, y así se hizo también anoche, a la teoría del contexto: “Eran tiempos terribles en los que ETA mataba a más de cien personas al año”.  Falso. En 1983, cuando el GAL, comenzó a operar, fueron 44 asesinados; 41 en 1982; 32 en 1981. En 1987, fecha del último atentado parapolicial, la cifra ascendió a 41. Es decir, desde el punto de vista policial de la lucha antiterrorista, los GAL fueron irrelevantes. Desde el punto de vista político, HB pasó de 158.000 votos en las municipales de 1983 a 239.000 en los mismos comicios de 1987.

Todo esto se saldó con un puñado de condenas que trasladadas al terreno de los hechos se tradujeron en cumplimientos ridículos, tanto más llamativos cuanto que incurren en el agravio comparativo. Todo apunta a que el Tribunal de Estrasburgo decretará el entierro de la doctrina Parot,  la reactualización ‘soft’ de la arraigada costumbre de saltarse las propias leyes. Será el próximo lunes, 105 aniversario del nacimiento de Jorge Oteiza, el hombre que justo hace medio siglo se preguntó ‘Quosque tandem’ (‘Hasta cuándo’). En cuanto al suelo ético, la experiencia demuestra que es preferible esperar a que las obras estén acabadas antes de entrar a vivir en la casa.