“En democracia todo es posible, siempre que se defienda mediante el uso del voto y la palabra. Los ‘padres’ de nuestra Constitución de 1978 fueron tan previsores que cuando redactaron el texto de la Carta Magna incluyeron los mecanismos correspondientes que permitieran su eventual reforma. Por eso, todas las posturas son defendibles, dentro del marco establecido por la ley, siempre de acuerdo con los procedimientos así previstos por el propio ordenamiento legal. La grandeza del sistema del que los españoles nos hemos dotado radica precisamente en que admite en su seno a todos las personas, excepto a aquéllas que voluntariamente decidan autoexcluirse. Siempre que sea mediante métodos pacíficos y sin violencia, todos los proyectos son realizables.

Dicho lo cual, los partidarios de incluir la cadena perpetua o incluso  la pena de puerte en nuestro Código Penal tienen a su disposición los instrumentos necesarios para sacar adelante sus propuestas. Sólo necesitan conseguir que una mayoría social cualificada respalde sus posiciones. Los partidarios de que el Gobierno de España denuncie los tratados internacionales a los que en su día se adhirió de forma voluntaria deben seguir el camino establecido por la ley, mediante la conformación de mayorías suficientes en los órganos institucionales a través de los cuales se pronuncia la voluntad popular expresada a través de la libre elección de sus legítimos representantes. Lo que en modo alguno se puede admitir unos cuantos pretendan saltarse la ley de forma unilateral en torno a un asunto que nos concierne al conjunto de los españoles. Hasta entonces, sólo queda cumplir y acatar. Quien no lo haga, deberá hacer frente a las consecuencias dado que el propio sistema tiene derecho a defenderse de los enemigos de la democracia mediante el recurso a todos los instrumentos que la ley pone a su disposición. Punto final”.

Y es que, como aquel rock and roll que cantaba Miguel Ríos, la encendida proclama de principios inquebrantables también es un bumerán. “Por eso siempre volverá”, que decía el granadino. Pues ya ha vuelto. Para quedarse.