Con el cierre de Canal 9, la sociedad valenciana ve cómo otras 1.700 personas pasan a engrosar la lista de desempleados de la comunidad autónoma, pero ahí se acaban sus desgracias. A la vista de las declaraciones póstumas de los empleados de la cadena pública, los ciudadanos se liberan de un fenomenal medio de manipulación, aunque no de masas porque con un 4% de audiencia sería una descomunal hipérbole.
En línea con las tendencias más vanguardistas del pensamiento actual, los ahora danmificados evacúan responsabilidades adoptando la misma fórmula que el vendedor de ‘preferentes’. Atención al ingenioso enunciado de Amalia Sebastián: “Asumimos la responsabilidad que nos toca, pero los responsables no somos nosotros”, afirma sin rubor la “involuntaria portavoz” de los trabajadores de la televisión valenciana, que en un contexto periodístico en el que la tecnología al servicio de los consejos de administración devora el oficio, confiesa con naturalidad de locutora que durante años “a mí me llegaba un texto que no se podía tocar. No sé cómo se cocinaban las cosas”. En tiempos en los que lo virtual ha desembarcado incluso en la lucha ‘on line’ contra la pederastia y cuando ya existen programas informáticos capaces de redactar crónicas deportivasl, sus declaraciones parecen la nota que cualquier suicida deja al juez de guardia. Con todo, se sorprenderá de que alguien se pregunte “entonces, ¿para qué?”
La misma plantilla de Canal 9 que ahora confiesa abiertamente haberse dedicado durante años a suministrar al electorado valenciano informaciones amputadas, retorcidas, indigeribles, ininteligibles, bochornosas e inasumibles profesionalmente alza la voz y sale a la calle para reivindicar su derecho a seguir haciendo lo mismo en el nombre de su papel social. “Perplejidad” quizás no sea la palabra exacta, pero es la primera que te viene a la cabeza. En efecto, los trabajadores pierden sus puestos de trabajo y los gobernantes, un cochambroso medio de propaganda; la ciudadanía, absolutamente nada. En el centenario de Camus, hay que recordar una vez más el poder de una de las palabras más bellas del mundo en cualquier idioma: “No”. Los trabajadores de Canal 9 obedecieron a ciegas porque “si no, te vas a vender huevos”. Ahora tendrán que irse igual y ni siquiera tendrán quién se los compre.