Cuando tuvo cartas no las supo jugar, cuando dejó de tenerlas empezó a saber lo que era tragar saliva si vas de farol y toda la mesa está al tanto; ahora que ha sido expulsada de la partida, desde un rincón del salón de juegos se dedica a lanzar envidos y amagar órdagos la mar de estériles, toda vez que a la vista de todos está que sus manos ya no sostienen naipe alguno. Tal y como se había radiado a lo largo de toda la semana, nuestro particular Viernes Santo no llegó ni a beato. Así, mientras quienes consideran que ETA ha sido una buen idea leen la pantomima en clave de ‘paso significativo’, el resto opina que se ha quedado en patochada. Personalmente, se me escapa la dimensión histórica de un ‘sellado’ de armas que ya se ha renunciado a utilizar. Es más: en el terreno práctico no sabría decir en qué se diferencian las entregadas ayer de las que aún puedan conservar en su poder.
Históricamente despiadada en lo militar y calamitosa en lo político, pero tremendamente astuta en lo mediático, ETA empieza a patinar también en este último terreno. Acostumbrada a combatir a un enemigo cuyas ‘versiones oficiales’ siempre encontraron el eco de los acólitos por rocambolescas que éstas fueran, la organización medioarmada quizás se ha contagiado, pero el hecho es que se desliza por terrenos igualmente esperpénticos que requieren de la adhesión ciega e inquebrantable. Así, hasta los verificadores internacionales se han visto obligados a vender un vídeo rocambolesco como una especie de proeza, poco menos que una ‘Operación Ogro’ a la inversa, tales habrían sido las dificultades acometidas y los riesgos contraídos. La versión actualizada del famoso “ETA mata, pero no miente” obliga a reformularla en los siguientes términos: “ETA no mata, pero se engaña”. A la vista de la quincalla mostrada ayer, un hipotético gesto proporcional y en justa correspondencia por parte del Gobierno en materia de acercamiento de presos no pasaría de trasladarlos cincuenta centímetros, todo lo más, reubicarlos en celdas con ventanuco orientación norte, dado el carácter mezquino del seudodesarme.
Lo que causa estupor es comprobar hasta qué punto están dispuestas a plegarse incluso las mentes más lúcidas de la izquierda abertzale, quién sabe si a causa de la fascinación que suscitan la liturgia paramilitar y el hecho de estar dispuesto a matar y a morir. En este sentido, cuesta creer que nadie haya advertido a los presos de que la torpe mención de una cárcel concreta como destino deseado la convierte de forma automática en la única cuyas posibilidades de que lleguen a conocer se reducen a cero. Otra cosa es que, como en ‘El Show de Truman’, cada actor secundario esté interpretando disciplinadamente su papel con el objetivo de que todo llegue a buen puerto y sin que el protagonista llegue a olerse siquiera la realidad, ésa que según los viejos maestros marxistas lo es todo y que, en cualquier caso, nunca constituye una opción.