En la novela de Paul Auster ‘La música del azar’, uno de los personajes construye una gran maqueta en la que se representan los momentos estelares de su vida. El cineasta camboyano Rithy Panh hizo, no una, sino varias maquetas con muñecos de arcilla para exorcizar una frustración. “Durante años, busqué una fotografía tomada entre 1975 y 1979 por los Jemeres Rojos, cuando dirigían Camboya. Una sola imagen, desde luego, no prueba el asesinato en masa: pero da qué pensar, permite rastrear la historia. La he buscado en vano en los archivos, en los papeles, en los campos de mi país. Ahora lo sé: esa imagen debe faltar. Y ya no la busco -¿no sería obscena?-. Entonces, lo que hago es fabricarla. Esto que os entrego hoy no es una imagen, o la búsqueda de una sola imagen, sino la narración de un búsqueda: eso es lo que permite el cine”. ‘L’imagen manquante’ (‘La imagen ausente’) es la cinta que, merced al estrambote resultante de anteponer el sustantivo ‘industria’ al adjetivo ‘cultural’, competirá esta noche de los Oscar con peliculas como ‘La gran belleza’ o ‘La caza’ en la categoría de Mejor Película Extranjera, mientras ‘The Act of Killing’ -que a duras penas se podría encaramar al nivel de ‘Duch’ o ‘S21’ por citar otras películas anteriores de Rithy Panh- se engolosina ya como Mejor Documental. En el ámbito artístico, toda competición no pasa de ser un chiste desprovisto de gracia.
“A mitad de la vida, la infancia regresa. Es un agua dulce y amarga”. Así arranca ‘L’imagen manquante’ y si repasáramos minuciosamente los guiones de todas las películas nominadas sería difícil extraer una verdad más rotunda e imperecedera. No sé si logramos captar las todas implicaciones de esta afirmación. A través de toda una colección de escenas recreadas con muñecos de arcilla, Rithy Panh nos relata su infancia en un campo de reeducación de los Jemeres Rojos. Ahí falleció toda su familia, parte de ese tercio de la población camboyana que le sobraba al ex alumno de La Sorbona Pol Pot. El hermano de Pahn desapareció cuando portaba una guitarra, objeto prohibido. Su madre falleció por falta de atención médica. Su padre se dejó morir tras decidir, como ser humano, que no iba a aceptar más comida para animales. “No nos abandonó; nos enseñó qué es la libertad”. El resto pereció víctima de ese instrumento del exterminio que es el hambre. En el centro de internamiento, “un niño de nueve años denuncia en su madre por haber escondido un mango. Ella confiesa. El niño grita: ‘La camarada ha reconocido su crimen’. Su madre llora en voz baja. Confesar: es aceptar la muerte para que la revolución sea justa. Cuando los hombres sean iguales y libres hasta ese punto, ¿seguirán siendo hombres?. La madre cierra los ojos. ¿Es para preservar una imagen de su hijo? Guarda silencio. Después, parte hacia el bosque con los guardias y ya no vuelve”. Rithy Pahn recuerda su infancia, en la que “las palabras fueron transformadas y hablábamos mediante esloganes: “El que protesta es un enemigo; el que se opone, un cadáver”. Cuando los Jemeres Rojos salieron por patas y Campuchea volvió a ser Camboya, “mi casa había sido convertida en un garito, después en un karaoke y luego, en un burdel. Ella también fue eviscerada, arrancada de su historia. No hay verdad, sólo hay cine. La revolución es la del cine”.
De la noche de los Oscar, lo único que me podría interesar sería que esta espléndida película ganara por motivos puramente egoístas: a la vista del precedente del ‘El último de los injustos’, no veo otra forma de que se estrene por aquí. Supongo que sus posibilidades son nulas y ahí acaba toda mi curiosidad en torno a la gran gala del séptimo arte. Encuentro profundamente vejatorio rendir pleitesía a ‘Gravity’. ‘La imagen ausente’. “Desde luego, no la he encontrado. La he buscado en vano. Un filme político debe descubrir aquello que ha inventado. Así, yo fabrico esta imagen. La miro, la atesoro. La sostengo en mi mano como un rostro amado. Y esta imagen ausente es la que ahora os doy para que no deje de buscarnos”.