1) Enhorabuena a su majestad el rey. Si cualquier cargo electo de este país hubiera saludado a una víctima del terrorismo con la gelidez que el jefe del Estado dedicó ayer a Pilar Manjón hubiera sido objeto de un importante apaleamiento dialéctico, no digamos nada si el saludo con escarcha hubiera corrido a cargo de un político nacionalista, por bastante menos fue linchado Ibarretxe. Aún no se sabe toda la verdad en torno a sus motivos, aunque admitámoslo: cualquier hipótesis le deja en mal lugar e invita a preguntarse quién fue el genio que le rebautizó como ‘El campechano’.

2) Enhorabuena a los periódicos que durante diez años se han dedicado a cultivar la teoría de que el 11-M fue obra de ETA, pero que llegado hace dos años el momento crucial de elaborar minuciosos listados de sus víctimas con motivo del cese definitivo de su actividad armada olvidaron incluir a las 191 de los trenes. Sobre tan flagrante incoherencia, aún no sabemos toda la verdad, pero no es difícil imaginársela.

3) Enhorabuena a quienes, día tras día y durante todo este tiempo, han comprado en el quiosco o en la radio la sarta de mentiras sin elaborar que los conspiranoicos les han vendido entre cuña y cuña publicitaria, sin importarles que por su cerebro vagaran las bolas de arbustos del desierto. En torno a por qué lo hicieron, efectivamente, aún no sabemos toda la verdad. Por suerte el diccionario nos provee de términos como “mezquindad”, “miseria”, “postración” o simplemente “tontuna”.

4) Enhorabuena a los dirigente del PP que durante una década han estado replicando las carcajadas que se echaron durante la comisión de investigación del 11-M, convirtiendo el Parlamento en el peor kalimotxo que jamás se haya servido en una txozna. ¿De qué se reían Martínez Pujalte, Zaplana o Moragas? Aún no sabemos toda la verdad y casi mejor porque las dolorosas conclusiones resultarían insoslayables y al PP aún le queda mucha legislatura por delante gracias a sus once millones de votantes.

5) Y enhorabuena, finalmente, al sector más bovino de la sociedad española que lleva la friolera de treinta y tres años dándonos una murga inclemente sobre quién salvó la democracia el 23-F y exigiendo, simultáneamente, que “se siga investigando” qué pasó el 11-M. Sobre esta disparidad de criterios, aún no sabemos toda la verdad y lo que es aún más importante: aún no sabemos todas las mentiras.