“Pues sí, he pasado unos días en el país de los vascos. Terrible, se me han pegado hastas los giros lingüísticos. Amazing! Y bien, oye. Reconozco que soy una tía difícil. Mi lema es paz en el mundo y todo eso -siempre me han gustado mucho los concursos de misses-, pero lo que realmente me va es dar guerra a mi entorno. Vine a romper unos jarrones en un museo, el nosécuántosheim o algo así, no recuerdo muy bien. Un follón de la hostia, me perdí tres veces yendo al baño. Por decirlo en plan bonito: ‘The inside is equally creative and magical…like the intestines of the most beautiful woman’. Y os diréis: ‘Vaya con la Yoko, ya ha estado otra vez leyendo a Millás’. Pues no: saqué la frase de las memorias del mítico ‘falso ginecólogo de Milwaukee’.
Bueno, el caso es que primero tenía que hacer tres performances. La primera consiste en poner a una orquesta de cámara a tocar e ir vendándola hasta que ya no sonara, un homenaje al Luis Cobos, el maestro del silencio. La segunda se reduce básicamente a pintar lo que me salga en unos lienzos con tinta sumi o algo así me parece que me han dicho. A saber qué marranada es eso. Y la última se reduce en cargarme un jarrón y repartir las fragmentos entre el público para juntarnos dentro de diez años -lo que yo te diga- para volver pegarlos. Parece una chorrada, pero entraña cierta dificultad. La primera vez que la hice, en el Jeanette Cochrane Theatre de Londres en 1966, nos juntamos a los diez años y no sé qué pasó pero nos salieron tres jarrones, un juego de tazas de té y dos cucharillas de plata. Y aún sobraba porcelana. En cambio, cuando la hice en 1985 en París, apenas había fragmentos como para hacer un vaso de chupito. Siempre he pensado que ‘Pieza promesa’ revela mucho sobre el carácter de los pueblos. ¿A que sí?
Bueno, el caso es que nos piramos a Donostia, una ciudad sobre la que mis amigos de Nueva York ya me habían hablado. O quizás debería decir advertido. ¡Joder, qué precios! Ahí es cuando pronuncié mi ya inmortal frase: ‘En San Sebastián te sientes como en Nueva York o Londres’. Luego me llevaron a cenar a un restaurante. ‘Oyes, igual casi mejor si nos vamos a una sagardotegi, ¿no?’, se me ocurrió comentar cuando vi la carta. ‘Anda, no seas coñazo, darling, elige y pide, que todo esto lo paga Seguros Bilbao’. Pues nada, a comer. Nos pusimos hasta arriba. Muy rico todo, ciertamente. Al día siguiente dimos una vuelta por la ciudad que, por cierto, está descojonada. Parece ser que han tenido un invierno movidito con las olas, de ahí mi tuit ‘the sound of the waves never stops’. El típico guiño cariñoso, espero que hayan pillado la broma por el lado bueno y no se hayan mosqueado mucho. Lo de las olas está bien para un ratito, ahora, luego ya satura un poco,la verdad.
Y lo demás, bien. Un poco aburridilla. Hubo un momento a lo largo de estos cinco días en el que incluso estuve a punto de ducharme y cambiarme de ropa, pero al final el espíritu se impuso a lo meramente material. A modo de anécdota, comentar que me llevaron de pintxos a la típica taberna vasca, Aralar. ‘¿Qué significa?’, pregunté ingenuamente. ‘Es un ancestral santuario vasco’, me dijo el camarero. ‘Es un partido político que se desgajó de una coalición, aunque diez años después han vuelto a estar juntos’, me dijo un borracho que estaba en la barra. ‘¡Hostia, igual que lo de mi performance del jarrón!’, no pude por menos que exclamar. ‘¡Es una señal’, convinieron todos los presentes, lo cual dio pie a sacar otra ronda de licor de hierbas. Recuerdo haber ido al WC en algún momento de la noche y haberme cargado la taza a martillazos, pero poco más.
Al día siguiente amanecí con una resaca del copón, pero ni por ésas. ‘Joder, qué aspecto tienes, Yoko. Venga, ponte el sombrero, que nos vamos de excursión’. De nada sirvieron mis ‘give peace a chance’ y demás proclamas. Me arrastraron hasta un parque de atracciones y me hicieron unas fotos porque tenía yo el pulso como para selfies… Y fue ahí arriba donde tuiteé lo de ‘San Sebastian! I will never forget you’, por cierto, exactamente lo mismo que dije cuando vendí el apartamento en el edificio Dakota, lo que pasa es que entonces no había redes sociales. Y nada, vuelta al avión. Eso sí: dentro de diez años, como no se traigan al Chapman, no sé quién va a terminar la performance porque lo que es a mí ya no me pillan en otra de éstas”.
*Extracto del diario íntimo de Yoko Ono