«Podemos», dijo Pablo Iglesias y algunos se lo han tomado al pie de la letra, más como una forma verbal de ‘podar’ que de ‘poder’. De ahí que hayan salido a relucir las tijeras . Iglesias tuvo que ingresar en el Ritz para soltar por fin dos obviedades que, no obstante, han lenvantado un gran revuelo. A saber: 1) que el terrorismo ha causado mucho dolor, cosa que hasta la propia ETA reconoce incluso con machaconería a la menor oportunidad; y 2) que su existencia obedece a explicaciones políticas, extremo del que hasta los más introspectivos eurodiputados ya estarán al tanto, a poco que se hayan percatado de en qué sección alojan los periódicos e informativos españoles cualquier noticia relacionada con la organización terrorista.

Hoy un periódico madrileño publica que el líder de Podemos «ayudó a la red de apoyo a los presos de ETA» y el globo se sigue inflando, más allá de la evidente existencia de una campaña que si se entabla en términos de prestigio va a ganar Iglesias, con el consiguiente disgusto de los denunciantes que se verán obligados a concluir finalmente que Maduro cuenta con más apoyos en España que en Venezuela y la izquierda abertzale, con más respaldo electoral fuera que dentro del País Vasco.

En su contestación, Podemos responde a lo que no le preguntan. Llegado el momento, Iglesias ofrecerá las pertinentes explicaciones vía tertulia televisiva -en donde ha elevado a arte pronunciar las palabras que todos deseamos escuchar- pero da igual porque el de ETA es a estas alturas, para bien y para mal, un tema amortizado. Políticamente hablando, por supuesto. En cuanto a la campaña en bucle derivada del ataque de nervios desatado tras el 25-M, logra que quienes identifican al vaporoso ‘sistema’ con el enemigo encuentren en Podemos a su látigo fustigador, algo de lo que hasta ahora carecían.  Enhorabuena.