Partiendo del hecho de que cada cual ya es mayorcito para saber lo que hace, hay que vivir la recogida de firmas por parte del PP para validar la ‘apertura Maroto’ sin mayores dramatismos. Sí conviene aclarar que el proyecto para restringir el acceso a la RGI se edifica en torno a sobreentendidos y que quien los invoca pierde. Por ejemplo, toda prestación social -económica o en especie- está sujeta a posibles abusos. Si eres de los que cree que el riesgo es inasumible firma la propuesta del PP, vota a Maroto y, a continuación, acepta con resignación cristiana que buena parte de las desgravaciones fiscales a empresas, de las rebajas en las cotizaciones de la seguridad social y de las ayudas al I+D+i se van a ir por ese sumidero que es el reparto de beneficios entre socios a final de año.
Otro ejemplo de sobreentendido: la existencia de inmigrantes entre nosotros te salva a ti de serlo. Para un sector de la sociedad, en disposición de acceder a la educación y la sanidad privadas, nunca pasarás de ser el ‘magrebí’ que colapsa la urgencias con sus nimiedades. Contribuir, en la menor medida posible por supuesto, al sostenimiento de todos esos servicios que en ningún caso van a usar es el precio que astutamente pagan a cambio de estabilidad social. Siempre habrá alguien para quien el ‘magrebí’ seas tú; el plasma que preside tu salón son tus zapatillas de marca.
Más sobreentendidos: la ‘apertura Maroto’ se estrellará contra la mayoría parlamentaria, pero triunfará en calle, lo cual abre la puerta a que el propio alcalde de Vitoria o cualquier otra opción política a la caza de votos se busque y, de proceder se fabrique, sus propios ‘magrebíes’, bien en la figura del desempleado -al que el mismo dibujante que pinta inmigrantes con zapatillas de marca podría inmortalizar ‘todo el día en el bar’-, bien en la figura de la mujer trabajadora que entorpece con sus embarazos la buena marcha de la empresa y por consiguiente, pone en riesgo el salario del resto de la plantilla, por poner dos ejemplos que ya están sobre la mesa.
Y tras los sobreentendidos, las confusiones interesadas: si el PP exige que aquellas personas susceptibles de percibir la RGI realicen a cambio trabajos sociales ya no estamos hablando de una prestación, sino de un salario que, como tal, debería ir acompañado de la consiguiente cotización social, a cargo del empleador, ni Maroto, ni el PP aclaran quién sería. Acto seguido, lo mismo se podría exigir a los parados, a los beneficiarios de los pisos de VPO o a los empresarios que se benefician de las diferentes ayudas institucionales. Toda prestación tiene una cosa en común con las demás, al margen de quién sea el beneficiario: las aporta una mayoría para provecho de una minoría.
Que el PP, formación involucrada en las mayorías tropelías económicas de las que guarda memoria este país, vaya a obtener la adhesión inquebrantable de los autóctonos más desfavorecidos económicamente obedece a las leyes de la oferta y la demanda, el sometimiento al irrefrenable impulso animal de sacar del tablero a la competencia. No sé quién dijo que “el esclavo no sueña con ser libre, sino con ser amo”. Muy bien, pero cuando firmes la ‘apertura Maroto’, ten la certeza de que acabarán encontrando nuevas rémoras que lastran nuestra prosperidad y no hay razón tú mismo no acabes siendo alguna de ellas.