1) Todos sabíamos que el destino de ‘El secreto de sus ojos’ pasaba por ser ignorada en el palmarés. Probablemente era demasiado buena. A partir de ahí, parece ser que ‘City of Life and Death’ es una estupenda elección, también como mejor fotografía. Ésa es la buena noticia. Además, hay que tener en cuenta una obviedad: elaborar un palmarés significa premiar unas películas e ignorar otras. Ni ‘Hadewijch’, ni ‘Making Plans for Lena’, ni ‘I Came from Busan’ aparecen mencionadas y ésa es aún mejor.
2) La Concha de Plata a la Mejor Interpretación Masculina se ha ido a las manos de Pablo Pineda, protagonista de ‘Yo, también’, en donde interpreta a un síndrome de Down enormemente parecido a sí mismo y tan inteligente que se enamora de una joven ¿normal?, interpretada por Lola Dueñas, también premiada. Desde algún punto de vista, el galardón de Pineda se inscribe en la tradición que premió también al protagonista de ‘Las cartas de Alou’, del cual, poco más se supo. Un despropósito, vaya.
3) La australiana ‘Blessed’, enormemente denostada por la crítica, se ha llevado el Premio al Mejor Guión, quizás la rama de la industria cinematográfica menos valorada -y así nos luce el pelo-. ‘Blessed’ no es exactamente un guión origial, sino la adaptación de la obra de teatro ‘¿Quién teme a la clase obrera?’. En cualquier caso, un premio justo.
4) ‘Mother and Child’ clausuraba hoy la Sección Oficial, aunque ya fuera de concurso, con otra historia de vidas cruzadas en torno a varias maternidades en estado real, latente o frustrado. La película está más que bien y desde luego tumba a cualquiera de las que han cerrado el Zinemaldia en los últimos años.
5) La caída de la recaudación de impuestos traerá pronto al Festival la visita de míster 15% (de rebaja presupuestaria). Como diría Acebes, aquí hay dos escuelas de pensamiento: la primera sostiene que cuando llega la hora de apretarse el cinturón, un festival no puede mantenerse al margen de los esfuerzos presupuestarios. La otra, por el contrario, advierte de que recortar gastos en programas culturales es algo al alcance de cualquier administrador mediocre sin imaginación ni cuajo y que desde el punto de vista pedagógico, envía el mensaje equivocado a la ciudadanía. En concreto, que la cultura es un artículo de lujo y, como tal, algo superfluo.