Como todos los años por estas fechas, San Sebastián luce ya su imponente abdomen de la mano del congreso San Sebastián Gastronomika. Y tan orgullosa, oye. Al fin y al cabo, la comida siempre permite a la ciudad reunir a los mejores, una meta frente a la que fracasamos sistemáticamente cuando se trata de cualquier otra materia.

Más allá de jornadas de puertas abiertas y cobro de entradas, la organización ha hecho especial hincapié en recordar que se trata de un encuentro para profesionales. Se agradece la bienintencionada aunque innecesaria advertencia: cualquiera sabe que, a partir de cierto nivel, incluso los productos más hortofrutícolas desarrollan entre sí fecundísimos diálogos artísticos .

De hecho, asistir a una de las clases magistrales consiste en rascarse el mentón y asentir, con cara de estar comprendiendo siquiera algo, aunque sea, periféricamente. Puede que uno consiga deconstruir la tortilla de patata en casa, pero jamás logrará entender una palabra del discurso que envuelve semejante maniobra.

Y es que el aparato teórico-gastronómico ya devora todo lo que pilla, incluida su propia praxis. Para alivio de periodistas, algunos incluso fogueados en nanogunes, al menos ofrece titulares. “El menú ha muerto”, ha sentenciado esta mañana Ferrán Adriá, con la misma expresión con la que Arias Navarro anunció el fin de la tromboflebitis. Ni que decir tiene que los presentes se han desecho en lágrimas. Al fin y al cabo, no somos de piedra.

Sirva la voz que da título al post como muestra de los lazos fraternales que nos unen con Japón, país invitado en esta ocasión, que son incontables, incluso si decide obviarse todo lo que es la industria pesquero-atunera en costas africanas.