Si por un casual te detienen y durante el interrogatorio te preguntan dónde estabas el pasado jueves entre las 20.20 y las 20.24 horas, no se te ocurra contestar: “Viendo el discurso del lehendakari en ETB1”. El medidor de audiencia Sofres demostraría que es mentira.

Aquel día, el último de 2009, el lehendakari de todos los vascos pronunció un discurso televisivo en euskera que fue seguido por el 0% de la audiencia, lo que desde el punto de vista político, constituye un signo evidente de normalidad democrática por cuanto presenciar el mensaje navideño de cualquier dirigente no deja de ser una excentricidad.

En cualquier caso, estamos ante una proeza. Líderes de audiencia, los ha habido, los hay y los habrá a puñados. Conseguir que nadie te vea, sin embargo, es algo que nadie había logrado ni en décadas de documentales zoófilos en La 2.

Desde el punto de vista de las artes escénicas, convierte en filfa la experiencia radical llevada a cabo en Vitoria por una actriz que representa una obra de teatro para un sólo espectador. Desde el punto de vista de las artes en general, se inscribe de lleno en una larga tradición de artistas vascos que han indagado en el vacío.

Eso sí, la gigantesca nada que el jueves se sentó en el sofá para ver a Patxi López delata un cierto desinterés por parte de su irakasle, escéptico quizás ante sus progresos en la gela; la negligencia de Basagoiti, que abandonó su puesto de vigilancia; y finalmente, el reparto de las tareas del hogar chez Ajuria Enega, que probablemente mantenían ocupada a esas horas en la cocina a su propia mujer.

Por cierto, ¿alguien sabe qué es lo que dijo el lehendakari es esos cuatro minutos de fama y a bailar?