No era fácil colar una noticia verdaderamente interesante en las primeras de los periódicos en un día en el que el FMI pronosticaba la marginación española en el proceso de recuperación económica, Haití cifraba en 150.000 los muertos en el seísmo y Cristiano Ronaldo era sancionado con dos partidos por agresión a otro jugador.

Y sin embargo, Ferrán Adriá lo consiguió ayer, con tan sólo anunciar que cerrará El Bulli en 2012 y 2013. En rigor, no lo cerrará. Sólo dejará de servir comidas, que es una actividad sólo remotamente relacionada con lo que viene a ser un restaurante. Seguirá como laboratorio, quién sabe si farmaceútico a la vista de los resultados en Bolsa de estas empresas.

El de ayer puede considerarse como el día en el que la gastronomía ingresó en el siglo XXI. Nada hay más molesto para un cocinero actual que la obligación de atender uno o varios restaurantes, esos sitios que, no sólo se llenan de gente, sino en los que encima hay que servir comidas y a veces, hasta suministrar experiencias estéticas

Tras la consolidación de horarios y calendarios aleatorios en la apertura del restaurante, la progresiva desaparición de la carta como una antigua excentricidad en favor de la lista de antojos del chef y la consagración de establecimientos para un sólo comensal, llegamos ahora a nuevo modelo gastronómico caracterizado, básicamente, por el ayuno. Por decirlo de otra forma, antes volverán a dar créditos en los bancos que comidas en El Bulli.

Puestos a apostar, lo más seguro es que tras este período de purificación El Bulli renazca con la incorporación a su cubertería de instrumentos como la sonda nasogástrica y el rolón, especialmente apropiados para ingerir el arroz con bogavante y la tortilla de patatas, respectivamente.

Después de esta experiencia de vanguardia, sólo queda un paso más por dar: el restaurante que cierra, pero que sigue dando comidas. Será en la próxima década, así que vaya reservando su mesa.