En el momento en el que a un alcalde le preguntan cuándo arreglará una baldosa oscilante en una acera remota y responde que el inicio de la obra está previsto para la segunda quincena de mayo es que le ha llegado el momento de la retirada. No tanto por el bien de la ciudad, como por el de su propia estabilidd mental.

Sin embargo, “el PSE apuesta por Elorza en Donostia”, titula hoy el DV. En realidad, es más fácil que el alcalde donostiarra se vaya a otro partido que el PSE cambie de candidato. Su éxito radica no sólo en un exhaustivo conocimiento de los problemas que atenazan la ciudad, sino también en su capacidad para inventarse otros nuevos bajo la fórmula de “reto ilusionante” y, llegado el momento, incluso para resolverlos.

Su condición de candidato es indiscutible desde el momento en el que todos los partidos de la oposición cifran sus esperanzas de victoria en el hecho de que Elorza se retire. Despejada esta incógnita, sus esfuerzos suelen volcarse resistir la tentación de la extravagancia.

Y es que se trata del candidato perfecto, llamado a inventar nuevas formas de triunfar electoralmente: desde aquel “ganar perdiendo” de los viejos tiempos hasta los más recientes “ganar con autoridad” o incluso ganar imponiéndose”, pasando por los “ganar tras gobernar con unos” y “ganar tras gobernar con otros”.

Decía un comentarista en el anterior post que sus hijos no habían conocido una Donostia con otro alcalde. Que afronten la verdad desnuda: nada garantiza que la vayan a conocer en el futuro.