Desde hace años ha corrido la especie de que la habitualmente convulsa situación política en el País Vasco es en parte deudora de la reprimida y escasa vida sexual de sus habitantes. Esta teoría se formula en la frase “la gente está crispada porque aquí se copula poco” y el hecho de que una misma terrorista haya sido acusada de promiscua y sanguinaria no ha hecho tambalearse un ápice este principio científico.
Como es habitual en vísperas de San Valentín, la industria farmacéutica descarga estos días en los medios los resultados de distintos estudios sobre hábitos sexuales, siempre ricos en disfunciones eréctiles, eyaculaciones precoces, rutinas alienantes y ausencia de ganas. En sí mismos, auténticos inhibidores del deseo. Como es lógico, su lectura suele invitar a emprender el camino de la consulta.
Entre los difundidos ayer, uno reservaba un apartado a los resultados en el País Vasco, según lo dicho en el primer párrafo, prácticamente un parte de guerra. Como en todas las encuestas, lo primero que se echa en falta es saber cuántos fueron preguntados y cuántos aceptaron responder, de modo que pudiéramos obtener un dato aproximado sobre la incidencia del exhibicionismo entre los vascos.
Lo segundo que llama la atención es que los habitantes de la CAV aparecen como los más sinceros en material sexual. Así consta, no porque el encuestador haya cotejado las respuestas con su propia experiencia con cada uno de los encuestados, sino porque así lo asegura el 70% de éstos. Asombroso que aún así se hable de estudio científico.
Y por último, el hecho de que sólo el 88% de los vascos considere que sus relaciones podrían mejorar evidencia que un 12% adolece de una gran simpleza mental y una falta de imaginación alarmante.
Y prácticamente, eso es todo. Para conocer las consecuencias que la transversalidad obsesiva, el fetichismo identitario, la desconfianza de los mercados y, sobre todo, el caso griego están depositando sobre la vida sexual de los vascos probablemente habrá que esperar al próximo Euskobarómetro. Sus conclusiones se adivinan ya devastadoras.