Al clamor popular en favor de un pacto político anti-crisis, respondieron ayer los partidos con un pleno en el Congreso destinado a ocultar las razones que lo hacen, si no imposible, al menos sí indeseable.
Rajoy estuvo conciso: condicionó cualquier posible acuerdo a la exigencia de que ZP se haga del Real Madrid, se deje barba y comience a fumar puros. Y echando mano de su dilatada trayectoria, invitó a los socialistas a conspirar contra el presidente del Gobierno, en un intento de que ambos partidos concurrran a las elecciones en igualdad de condiciones.
Zapatero, por su parte, rechazó de plano adoptar las medidas económicas que reclama la opopsición, ante el peligro de que se demuestren eficaces.
El pacto, entronizado en el altar de las grandes soluciones, constituye sin embargo un ataque frontal al carácter patrio, encarnado en una fiesta de los toros en la que cualquier intento de contemporizar entre toro y torero se zanja enviando a uno al matadero y al otro al cuartelillo.
Todo el problema se reduce a una cuestión: hay dos partidos para gobernar y un solo gobierno. Por eso, Rajoy es el único español que se cree eso de que crisis y oportunidad vienen a ser lo mismo.
Para el recuerdo y las facultades de Ciencias Políticas queda su afirmación, dirigida a ZP, de que “si tuviera los votos suficientes, usted no estaría sentado ahí”, equivalente al inmortal “me meo que te cagas” del ‘Gran Hermano’.