Preguntado ayer en Twitter por la posibilidad de que los políticos se bajen sus sueldos “para que sean honrados”, el lehendakari López podría haber tirado del tópico y responder que de alguna forma hay que recompensar el enorme ejercicio de responsabilidad que supone echarse el país sobre los hombros. Sin embargo, en un rapto de sinceridad y con la legitimidad que se le supone a alguien que lleva décadas en la política, confesó no entender a qué se refería el internauta con lo de “sueldo honrado”.
Pero no se quedó ahí, sino que recordó que en la empresa privada se gana más. No dijo haciendo qué papel, ni tampoco si en su caso podría desempeñarlo. No obstante, es cierto. Sirvan como ejemplo de este desfase tanto la exigua cuenta corriente de la ‘fashion victim’ que rige los destinos de la comunidad valenciana como las descomunales tarifas de Tony Blair por pronunciar conferencias que siempre se titulan: “Siempre creí que Irak tenía armas de destrucción masiva”.
Nadie en su sano juicio pondría en cuestión la afirmación del lehendakari: en efecto, se gana mucho más en la empresa privada que en un cargo público. Pero a condición de llegar a aquél tras haber pasado por éste. No se conoce a nadie que haya abandonado un gran salario para ingresar en la política, a excepción de Rajoy, al igual que nunca se supo de alguien que saliera de la política para convertirse en asalariado.
Como ayer era el día de los ‘presidentes en el espejo’, ZP comparecía en TVE para responder a las preguntas de tres periodistas y proclamar que se siente “responsable de los que han perdido su empleo”. El sentimiento es recíproco. Buena parte de los que han perdido su empleo tamibén se sienten responsables de que él sea presidente. En ambos casos, a esa sensación se le llama remordimiento.