La autoridad eclesial competente ha ordenado retirar de las librerías el ‘Jesús: una aproximación histórica’, de José Antonio Pagola, interpretando así fielmente los deseos del Altísimo, que por lo visto anda horrorizado con lo que en sus páginas se dice.
El caso es que a buen seguro que Pagola se lo ha buscado. A falta de leer su aproximación histórica a Jesús, ahí están sus artículos dominicales en el DV, un corpus teórico mucho más preocupado por los pecados de los creyentes que por los de las hordas ateas.
Pagola es un personaje de Graham Greene que nos incita a convertirnos en personajes de Unamuno. Cualquier firma de la industria de lo trascendente se pegaría por contar con alguien así en sus filas, dada su capacidad para hacer que se tambaleen los más sólidos principios del agnosticismo. Por decirlo con otras palabras, un Munilla ofrece unas prestaciones limitadas en la medida en que refuerza tanto la santidad de los ya convencidos como el desapego de todos los demás, mientras que Pagola provoca que unos y otros acaben cuestionándose a sí mismos. Un auténtico peligro.
Por supuesto, los jerarcas católicos encuentran en todo esto un gran problema. Al fin y al cabo, Pagola no se ha molestado nunca en ocultar la perplejidad que le produce toparse en plena Conferencia Episcopal con leones que desayunan cristianos.
Pues vale. Vaya por delante la rendida admiración que suscitaría cualquiera en la situación del ex vicario de la Diócesis donostiarra. Que en estos tiempos de pantallas y descargas, un libro de argumento y desenlace mundialmente conocidos -y que además cuenta con múltiples adaptaciones cinematográficas- consiga vender por encima de los 60.000 ejemplares resulta asombroso; que además logre resultar molesto para alguien empieza a ser envidiable; y que te lo acaben prohibiendo, bueno, eso ya es más de lo que podría soñar cualquier autor contemporáneo. Para los observadores exteriores nos queda la inaudita oportunidad histórica de asistir, en vivo y en directo, en pleno siglo XXI, a acusaciones de arrianismo, loado sea el señor.