El diputado general de Vizcaya, José Luis Bilbao, y el alcalde del ‘Botxo’ -por evitar la repetición-, Iñaki Azkuna, han unido sus voces para recordarnos a todos los vascos lo que ya sabíamos: que la capital vizcaína lo es también de Euskadi, al menos, de hecho.
Más desconcertantes resultan los motivos alegados, entre otros motivos, “la masa crítica”, y así lo dicen pese a ser uno de ellos fan de Josu Jon Imaz y José Tomás, y el otro, la prueba palmaria de hasta qué punto vivir junto al Guggenheim no tiene por qué afectar a la educación o el buen gusto.
El caso es que los dos tienen razón, pero despierta cierta curiosidad qué interés pueden tener en reclamar la capitalidad autonómica a la vista del bajo concepto en el que tienen a Vitoria tras treinta años ostentándola.
“En el mundo -dice el diputado general-, hay dos palabras por las que se nos conoce: Guggenheim y Bilbao». Dejando al margen el desvarío megalomaníaco que delatan frases del tipo “en el mundo nos conocen por…”, desde Gipuzkoa nos vemos obligados a recordar la descomunal desproporción de estrellas Michelin que soportamos en este territorio.
Dicho lo cual, en efecto: cuando a un vasco le preguntan por ahí que de dónde es, siempre responde que “del entorno del Guggenheim” y si incluso así su interlocutor no cae, añade: “Sí, hombre, donde el desfalco de Cearsolo” y eso lo aclara todo.
Esta polémica, por supuesto, nos resulta ajena por completo a los donostiarras. En nuestra infinita humildad, también aspiramos ser capita, sí, pero sólo Cultural Europea 2016, y para colmo, en régimen de liderazgo compartido con Bilbao y otros. Y si hay que sufragar entre todos la ludopatía de los clubes de fútbol -y da igual de cuál de ellos, siendo todos ellos insaciables- pues se sufraga. ¿Para qué están si no los créditos puente?