Un orden bromista rige los destinos del universo, de modo que si Pinochet tuvo que morir el Día Internacional de los Derechos Humanos, era inevitable que mañana, celebración del Día del Padre, saliera en libertad Luis Roldán, al que acusaron de saquear, entre otros, a los huérfanos de la Guardia Civil.
Al decir que Roldán saldrá mañana libre hablamos exclusivamente de su cuerpo. Su espíritu siempre lo ha sido porque frente al infortunio, nunca perdió la esperanza en un futuro mejor. Sirva su silencio inquebrantable sobre el destino del botín acumulado como prueba.
Y qué decir de su legado, concretado en la costumbre de cobrar comisiones a cambio de concesiones de obra, una práctica que permanece más viva que nunca, tal y como se puede comprobar casi a diario y no sólo en Mallorca.
Por supuesto, si no confesó el primer día de cárcel, menos lo hará el último. El que fuera director general de la Guardia Civil ya ha anunciado que se verá obligado a trabajar para vivir, dado que su patrimonio es inferior incluso al de Camps.
Dicen que hay dos cosas que no se pueden disimular: el amor y el dinero. Es probable que Roldán pase por los mejores programas rosas para contar si tiene ocupado o no su corazón y, de paso, facturar algunos ingresos que ayuden a justificar su futuro ritmo de vida.
En descargo de la experiencia carcelaria hay que reseñar que ese espíritu insoportablemente ‘choni’ ya latía en el ex de la Benemérita desde, por lo menos, aquellos tiempos en los que se inmortalizaba en orgías con indescriptibles ‘trotonas’ e hinchables de campo y playa.