La mediación internacional es una planta de invernadero que florece un par de veces al año, pero sin fecha fija. En estas tierras, no da frutos, salvo los necesarios para su propia supervivencia, pero eso no le resta un ápice de valor. En estos momentos, sus pétalos están a punto de estallar.

Es el turno de los mediadores surafricanos, unas gentes acostumbradas a arreglar las cosas de forma racional y de rematar los grandes acuerdos con un buen partido de rugby en el que, todos a una, se vuelcan en apoyo de la selección surafricana. Primer problema: aquí ni siquiera hay un consenso mínimo sobre la denominación del equipo, que pude oscilar entre País Vasco, Euskadi, Euskal Herria, Euskal Hiria y demás variaciones sobre el mismo tema.

Salvando las distancias, un reducido grupo de Premios Nobel que aún cree que no hay guerra buenas ha hecho un solemne llamamiento a ETA para que declare un alto el fuego permanente y verficable, una versión más evolucionada del alto el fuego aleatorio y volatil que nos llevó a la T-4.

Como hay gente para todo, ya han salido algunos suspicaces a señalar que la película nos la están contando con las bobinas cambiadas de orden: el comunicado con el alto el fuego ya estaría redactado y a la espera de su publicación, quen sabe si coincidiendo con el Aberri Eguna, mientras que el llamamiento de los mediadores internacionales sería lo que en legislación se llama una ley de acompañamiento.

Pero cabe también la posibilidad de que no todo el mundo comparta la visión de los mediadores, en la que todos han de moverse para recorrer ese tramo del camino que finalmente les permitirá encontrarse en un punto X. De confirmarse esta discrepancia, se aconseja el concurso de otra mediación con el objeto de que interceda entre los mediadores originales y las partes implicadas. Y de ser así, mucha suerte a todos ellos porque la van a necesitar.

Por lo demás, en éste mundo extraño que tanto alimenta el escepticismo, hay quien se gana profesionalmente la vida como mediador familiar, pese a habere divorciado ‘por las malas’ cuantas veces contrajo matrimonio, y no mantener ni remota relación con sus hijos. Lo sé porque lo he visto.