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Alberto Moyano

El jukebox

Porque era mía

A medida que transcurre el tiempo, el señor ETA y la señora Batasuna comienzan a retratarse como un viejo matrimonio sujeto al modelo de maltratador y maltratada. Durante largo tiempo, la señora rió las gracias del señor cuando, en sus arrebatos violentos, descargaba los golpes sobre terceros. Ahora, sin embargo, la amenaza sobrevuela el ámbito doméstico.


La relación se desarrolló dentro de parámetros aparentemente maravillosos mientras cada cual se mantuvo en su papel, esto es, uno mandaba, la otra obedecía, si bien es cierto que cada intento de asomar la cabeza por parte de la una, cosechó el correspondiente arrebato del otro. Y en las esporádicas ocasiones en las que la señora se fue de cena con sus conocidas, a la vuelta a casa le esperaba una explosión de ira que solía tener al mobiliario como destinatario.


Tantos años de sojuzgamiento han consolidado en el señor ETA un profundo sentimiento de desprecio hacia la señora Batasuna en la cual, a su vez, late una extraña mezcla de miedo y fascinación.


Es más: la señora continúa excusando el comportamiento del señor y cada vez que éste vuelve a casa tras protagonizar un altercado, diciendo que “estaba tranquilamente tomando una copa pero, entiéndeme, es que se puso a provocarme”, ella le secunda de inmediato: “És bueno pero a veces pierde los nervios”, “tiene que aprender a controlarse” o incluso “sabe que tiene un problema, pero está luchando por superarlo”.


Ahora, la señora Batasuna ha conseguido que los servicios sociales le presten asistencia mediante un mediador familiar que, ante el señor ETA, deberá levantar y mantener la ficción de que, “es cierto: todos están equivocados, pero vamos a intentar que lo reconozcan, poniendo un poco de nuestra parte”. La tarea no será fácil, por cuanto el señor exige un compromiso firme de que no volverán a llevarle la contraria, ni en casa, ni en la calle.


En el ánimo de vecinos y conocidos del viejo matrimonio, está instalada la certeza de que el señor ETA acabará tarde o temprano con la señora Batasuna, probablemente, mediante la asfixia, en aplicación del viejo principio de “la maté porque era mía”. Tanto es así que hasta la señora Batasuna comienza a sospecharlo, de forma que cuando suceda todos dirán: “Se veía venir”.


abril 2010
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