El acoso y derribo del oficio periodístico, tal y como lo conocemos, comienza a parecerse a una competición en la que los participantes pugnan por ver quién da el golpe de gracia. A las diferentes crisis publicitaria, de ventas y de credibilidad, se le suma ahora la aparición de una máquina que hace las funciones del redactor.

Ya era hora, hay que reconocer. Se trata del complemento perfecto a la cada vez más frecuente rueda de prensa en la que no se admiten preguntas. Fruto de un artefacto de inteligencia artificial denominado sagazmente Status Monkey, la descripción del invento apunta a que está hecho a imagen y semejanza del redactor humano convencional: obediente, versátil, empático con la empresa y capaz, no sólo de escribir la crónica de un partido, tanto desde el punto de vista del equipo local como de el del visitante, sino también de echar la culpa al árbitro en ambos casos.

Tal perfección lo hará indistinguible del periodista de carne y hueso, excepto en el trato con los familiares de las víctimas de alguna catástrofe, situación en la que, sin duda, se mostrará mucho más humano.  

Status Monkey viene a sustituir al ya periclitado periodista de raza por una especie mucho más glamourosa: el periodista de marca. Sus prestaciones mejoran en todos los aspectos a las del modelo actualmente en vigor y además,  ni siquiera baja a fumar a la calle, con lo que cualquier contratiempo se reduce al clásico ‘apaga y enciende’.

La noticia no sólo despierta ciertas sospechas en torno a la supuesta condición humana de algunos periodistas por todos conocidos, sino que -al modo y manera de una novela de Philip K. Dick- te obliga a interrogarte si no serás tu mismo un obsoleto prototipo del citado Monkey, ya a a la espera de ser retirado del mercado por falta de piezas de recambio. Sea como sea, si nos va a sustituir un mono, que nos indiquen cuál es nuestra jaula y que empiecen a echarnos cacahuetes.