Quizás fuera impepinable que tuviéramos los políticos que nos merecemos; puede que en buena lógica así debiera ser también con la prensa que nos ha tocado suerte y hasta es posible que tener la judicatura que tenemos entrara dentro de eso que se llama justicia poética. Con todo, ya es infortunio que tengamos que convivir también con el pueblo que nos merecemos.

Lo que está en juego ni siquiera es un Real Madrid-Barça, sino el futuro profesional de un controvertido magistrado y, sin embargo, el cruce de acusaciones pivota en torno a términos como “golpistas”, “franquistas”, “torturadores”, “guerracivilistas” y otras enormidades, impropias de un país plenamente integrado en la Champions League. Cómo estará la cosa que Alfonso Guerra apenas puede recitar a Miguel Hernández sin deshacerse en lágrimas y hasta el mismísimo Almodóvar se ha encerrado.

“Ya no queda ningún franquista. Lo que pasa es que los rojos son unos estalinistas”, alega una de las partes. “Aún quedan muchos fascistas, lo que sucede es que han disimulado los últimos 35 años”, replica la otra que, convencida de que ‘Cuéntame’ era una serie futurista, teme otra victoria del abuelo de la ex concursante de ‘Mira quien baila’.

Todo esto ha llevado a los observadores más espabilados a preguntarse si no habrán resucitado esas hermanas maníaco-depresivas conocidas como ‘las dos Españas’. Y eso que aún falta por conocer la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto catalán, un asunto que pondrá en escena a la ‘tercera España’, precisamente la que no quiere ser. 

Y ha querido la casualidad que todo esto suceda en el 79 aniversario de aquel régimen que definía España como una república de trabajadores, circunstancia que hace impide establecer paralelismo alguno con la monarquía de desempleados actualmente en vigor.