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Alberto Moyano

El jukebox

La Rentas Más Altas: desde el campamento base

“Buenos días tengan todos.


Permítanme que no me presente. Llámenlo modestia si así lo desean. Yo prefiero hablar de precaución. Digamos que soy una de las Rentas Más Altas, de los Más Altas de toda la vida, aunque pueden llamarme Rentas.


Acabo de escuchar a ZP y he querido compartir con ustedes algunas reflexiones. Dice que va a subir los impuestos a las Rentas Más Altas. Espero que por una vez cumpla su palabra y lo haga. Entiéndame: más pronto que tarde habrá que llevar todo esto a las Caimán y no estoy dispuesto a compartir vuelo con cualquier sesentamileurista de medio pelo.


Con los sociatas es que es siempre lo mismo: venga tratar de igualarnos a todos por lo bajo. No señor. Creo que las Rentas Más Altas nos hemos ganado el derecho a recibir un trato específico, no vayamos a acabar todos “en el mismo lodo”, que decía aquel tango. La prueba del siete es sencilla: uno sabe que pertenece a las Rentas Más Altas cuando le ofrece 6.000 euros por subirla a un sherpa y éste se niega en redondo.


Y digo bien “pertenece” porque, en contra de la creencia popular, las Rentas Más Altas no son nuestras, sino que es justo al revés: somos nosotros los que nos pertenecemos a ellas. Si evadimos masivamente -y hemos llevado a España a liderar este indicador económico en la Eurozona- ha sido sencillamente cumpliendo órdenes impartidas por nuestras propias fortunas.


No es que rehusemos apoyar al país. Al contrario, pero no veo por qué tengo que mantener a millones de parados, mientras yo me deslomo trabajando. Si acaso utilizaran nuestros impuestos para equipamientos culturales y así… Precisamente, aún estoy esperando que quiten las pistas de atletismo de Anoeta y acerquen las gradas. ¡Cuánta desidia, por dios!


En todo caso, no estoy aquí para justificarme. Por encima de los 5.000.000 de euros anuales -tras impuestos (defraudados, lógicamente)-, las cosas se ven de otra manera. Cada decisión que tomas es determinante y de ella depende todo. Entras en un estado de lucidez mental en el que sabes que derribar al de al lado es algo que sólo depende de ti. Y lo haces, claro.


La crisis nos está cambiando a todos. A mí también, sobre todo, por dentro. Hace apenas unas semanas me desperté presa de un deseo incontenible de rescatar a Grecia. Ya se me ha pasado. Ahora lo único que quiero es que se me reconozca como uno de los causantes de la crisis. Al fin y al cabo, pertenecer a este colectivo es prácticamente la única garantía de que no me tocará pagarla”.


 


 


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