Ricardo Aldarondo
La película a concurso de ayer en Cannes, Southland Tales, presentaba el reparto más extravagante y/o prometedor de toda esta edición, y quizás de toda la historia de Cannes. Veamos: el supercachas de El regreso de la momia, The Rock; el protagonista de Colega, ¿dónde está mi coche?, Seann William Scott; la actriz que encarna a Buffy, la cazavampiros en la serie del mismo título, Sarah Michelle Gellar; y, por último y no menos importante, el que quizás sea el peor actor del mundo, Christopher Lambert. No esta mal para el gran festival de cine de auteur, ¿no?
Luego el asombro del reparto quedó ensombrecido por la estupefacción del resultado, un batiburrillo de dos horas y cuarenta minutos con ciencia-ficción apocalíptica, videojuego, humor absurdo, panfleto político y musical. No estaba del todo mal la cosa, sobre todo en los momentos en que nos recordaba a la imaginación sin barreras de Wes Anderson o Michael Gondry, aunque sin su agilidad y colorismo. Pero se diría que la fecha de proyección le había pillado a su director Richard Kelly (el de Donnie Darko) en la mesa de montaje, y que había mandado todos los trozos de celuloide en una saca a la cabina de proyección. Aún así, hay tres cosas a retener: el grupo de activismo político formado por actrices de cine erótico para debatir sobre los problemas sociales del momentos (estamos en Los Angeles 2008); la frase de un personaje: “Yo creía que el futuro iba a ser más futurista”; y el policía que, al mirarse al espejo, descubre que su reflejo no está sincronizado con sus movimientos reales. Y no sabe por qué.