Las matemáticas están sobrevaloradas. La exactitud de sus operaciones es más que cuestionable, la frialdad de los números, apenas un mito. Hasta los premios Nobel lo reconocen: la economía es también -o sobre todo-, un estado de ánimo.

Por eso, si la organización del Jazzaldia dice que 20.000 espectadores asistieron al concierto de Patti Smith en La Zurriola no hay razón alguna para no aceptarlo a pies juntillas, signifique esta expresión lo que signifique.

Qué más da si realmente fueron algunos menos. Lo imperdonable sería que realmente hubiera habido más. Al fin y al cabo, hacía una noche de perros, lo que abre las puertas a cualquier licencia literaria en este terreno.

Además, lo mismo que a la subida de las pensiones se le aplica  -en rigor, se le aplicaba- la inflación prevista, es hora de adoptar en el recuento de asistencia a conciertos el diferencial que este año se viene manejando en materia de movilización de masas.

Así, si a la manifestación del Estatut se sumó un millón de personas y al recibimiento de ‘La Roja’ otros dos millones, los espectadores de La Zurriola fueron, efectivamente, 20.000. Y esto, en el terreno de las cifras absolutas, por no entrar en la calidad humana de cada uno de ellos.

Eso sí: bajo este prisma, es imposible sustraerse a la tentación de caer en el revisionismo histórico. Dicho de otra forma: los 84.000 que acudieron al concierto de Dylan & Cía por la Paz ya no parecen tantos, que al fin y al cabo, hacía una noche excelente. 

No hay que darle más vueltas. Las cifras siempre resultan sospechosas. De hecho, ahora sabemos que los Siete Magníficos no pasaron de ser cinco ni en su momento de mayor éxito. Y qué decir de Los Cien Mil Hijos de San Luis: 5.000 y como mucho, según las imágenes aéreas.