Dado que el blog llega hoy a este número impar, poco redondo y nada capicúa, toca aprovechar la ocasión para recapitular. Además, el domingo es el día consagrado a los temas ligeros y ahí están dos mil años de homilias para demostrarlo.
No puedo decir que fuera un pionero porque el caso es que todo esto empezó el 1 de febrero de 2007. Lo que más me animó a la hora de arrancarme a escribir un blog fue la lectura de un artículo en el que se afirmaba que en el mundo sólo había cincuenta millones de bitácoras.
De alguna forma, me sentí obligado a sumarme a tan nutrida minoría, quizás la más extensa si excluimos la de los fumadores. Por cierto, que el primer nombre en el que pensé fue ‘Salón de fumar’, opción que fue amablemente rechazada, supongo que en aras de la salud de la infancia, siempre tan atenta a cuanto se cuece en la red.
No importa. Dado que ante la adversidad no me crezco, pero sí que me dilato, opté por El Jukebox y ahora me gusta mucho más. Aclararme si lo correcto era ‘el’ o’la’, me llevó como una tarde, hasta que finalmente me acogí al amparo del precedente marcado por el ‘Ensayo sobre el jukebox’ de Peter Handke. La opción de Jack Kerouac también por el género masculino en la frase “después de ver estas imágenes (las fotos de Robert Frank) terminas por no saber si un jukebox es más triste que un ataúd” despejó mis últimas dudas.
Dicho lo cual, ahora toca hablar de los objetivos, intenciones y anhelos que han animado los 1.200 post anteriores, pero no lo haré, principalmente, porque ignoro cuáles han podido ser. Sí puedo asegurar dos cosas: 1) que jamás he recibido indicación alguna sobre lo que escribir o no escribir por parte de mis superiores, hasta el punto de que empiezo a dudar de que tales personajes realmente existan, lo que cual me ha proporcionado a diario una maravillosa y creciente sensación de libertinaje. Y 2) que me arrepiento de haber publicado un par de post, pero no de haberme guardado ni un sólo para mí.
He de decir también que he ido siempre en busca de la excelencia, si se me permite tomar prestada la afortunada expresión popularizada por Musikene en época de recortes. Y en ocasiones, hasta la he rozado. Lamentablemente, fue en el interior de mi cabeza. Luego, sentado ante el teclado, el resultado ha venido siendo algo mucho más prosaico y ramplón de lo que había imaginado, mayormente, en el asiento de autobús.
Agradezco enormemente a quienes han entrado y han leído, a quienes han entrado, han leído y han comentado e incluso a quienes han entrado, no han leído, pero han comentado. Al final, un blog es tan bueno o tan malo como lo son sus lectores, independientemente de sus contenidos. Y sí, ya sé que no pongo enlaces, pero es que no consigo quitarme de la cabeza la idea de que distraen la belleza formal de cualquier texto dividido en párrafos.