El combate contra el enemigo es una opción abierta que, en principio, admite cualquier resultado; soportar a los propios correligionarios durante años ya eleva el listón del sacrificio militante hasta límites heroicos; pero enfrentarse a la indiferencia que provoca el tedio generalizado es una batalla perdida de antemano.
Si para algo ha servido el largometraje de seis minutos difundido por ETA es para certificar su colapso, no ya a manos de los aparatos represivos de los estados español y francés, sino del aburrimiento intenso, un sentimiento imbatible profundamente arraigado entre amplios sectores de nuestro pueblo.
Al desdén generalizado con el que los partidos políticos han acogido en un primer momento el críptico mensaje de los tres enmascarados, le ha seguido una sucesión de humillaciones sociales, la primera de las cuales se evidencia en la desesperada búsqueda de la atención del público lector, incluso a través del prosaico relato sobre cómo se entregó el vídeo al representante de la BBC.
Luego hemos comprobado cómo, entre un sinfin de páginas y minutos televisivos de análisis e información en torno al anuncio de la suspensión de las “acciones armadas ofensivas”, el pueblo soberano elegía “Una hamburguesa indestructible” como la noticia más leída del día.
Ante semejante estado de indolencia social, los llamamientos a “abrir puertas” y “dar pasos” no constituyen una osadía, sino una temeridad. El riesgo que afronta no es obtener una respuesta negativa, sino quedarse sin respuesta alguna.
Decía Arnaldo Otegi en ‘La pelota vasca’ -y cito de memoria- que no merecería la pena vivir en una Euskal Herria ese día en el que las gentes vascas se pasaran el día conectadas a internet, una concepción arcaica de la vida que ni siquiera sirve para justificar la difusión de un vídeo ‘vintage’, quién sabe si grabado en sistema Beta.
El paso del tiempo es cruel para todos, pero en el caso de ETA especialmente: los tres encapuchados del domingo ilustran un discurso que les equipara a aquellos soldados japoneses que, de vez en cuando, aún aparecían en los años setenta emboscados en la jungla, sin noticia alguna de que la guerra había terminado treinta años atrás.