La tecnología está aquí para facilitarnos la existencia y agilizar los trámites. Dicho lo cual, si afrontas un problema que requiere solución inmediata lo mejor sigue siendo personarse en el lugar porque ante cada conflicto de intereses -y todos lo son-, el contacto humano es irremplazable, aunque sólo sea por la coacción física implícita.
Nuestra obligación como consumidores es proveernos de un pack mínimo compuesto por teléfono móvil, ordenador portátil y libro electrónico, siempre desde la certeza de que llegado el momento crucial, no habrá cobertura, el módem habrá fallecido y la batería estará agotada.
Internet, de hecho, lo puede todo, desde buscarte pareja hasta venderte entradas. A cambio, sólo exige una confianza ciega, con ese encantador puntillo de insensatez. La primera cita puede que certifique que la persona que te cibersedujo es en realidad un calvo con barriga que, sin embargo, insiste en presentarse con una ceñida camiseta de la Real o una ex reina de la belleza poligonera que antes de la cita, se pinta las uñas y durante el encuentro, se las come. También puede que acontezca todo lo contrario y la experiencia resulte maravillosamente gratificante.
En el otro supuesto, el de la venta de entradas, no hay margen para la sorpresa: el servidor se ha caído. Siempre lo hace. Con tanta frecuencia, que cualquiera sospecharía que se tira. El festival de música más multitudinario de la historia será aquél que reúna frente a un gran escenario a todas las personas que un día se perdieron el concierto de su vida porque intentaron comprar la entrada por internet.
Ahora mismo, el servidor que tramita las entradas del Zinemaldia está por los suelos y, como a la cantante de Mecano, no hay quien lo levante. Ante el luctuoso suceso 2.0, se podrán comentar muchas cosas, salvo aquello de “¿quién lo iba a decir?”
Frente a la opción de quedarte maldiciendo en soledad ante el teclado y la pantalla, una actividad que multiplica la ansiedad, está la de hacer cola frente a las taquillas del Kursaal. No es descartable que el servidor también se haya caído allí, pero al menos, te proporciona un desahogo en forma de explosión de ira mucho más personalizada, entablar una relación con los compañeros de infortunio y, llegado el caso, hacer nuevos enemigos.