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Alberto Moyano

El jukebox

Manual para el uso y disfrute del Zinemaldia

En vísperas del inicio de la ineludible cita anual con el mejor cine que se está haciendo en estos momentos, aquí va una batería de consejos que, no por sabidos, conviene dejar de repetir año tras año. Sígalos y todo fluirá:

1) Tras cada proyección, no abandone la sala hasta que tenga un diagnóstico preciso sobre la película que acaba de presenciar. Foyers, ambigús o incluso la propia calle puede convertirse en una trampa en la que, súbitamente, se vea impelido a formular una opinión de urgencia sobre la película que acaba de ver que, por otra parte, puede ser la tercera o cuarta del día.

2) Vaya siempre armado de una buena provisión de frases hechas que le permitan pasar sucesivamente de una opinión a la contraria, siempre con la vista puesta en evitar discusiones. Por ejemplo: “Menudo peñazo”. Si ve que su interlocutor descompone el gesto, añade de inmediato: “Pero preñada de imágenes bellísimas”. O al revés: “Me ha encantado”. Si esta opinión, expresada libremente, es minoritaria en el grupo de tertulianos en el que se encuentra, emprenda una sutil ciaboga, mediante el recurso a “pero la verdad es que este director siempre hace la misma película”, “pero deja demasiados cabos sueltos” o incluso “aunque no hay cosas que no he entendido”. Esta última opción entraña sus riesgos por cuanto siempre puede haber alguien que quiera explicárselas.

3) Acuda a las proyecciones con ropa informal y calzado cómodo. No me malinterprete: cómodo a la hora de calzarse y descalzarse con celeridad. El glamour entra en moratoria en cuanto se apagan las luces de la sala. Cada espectador es un salafista en su mezquita, es decir, debe permanecer descalzo mientras dura el oficio. Y, llegado el caso y en la medida de sus posibilidades, despatarrado. Quienes practican esta doctrina dicen que a la salida se agradece un montón.

4) Trate de colocarse siempre en una localidad que limite con alguna pared. De esta forma, se evitará la molestia de tener que levantarse para dejar pasar a cuantos emprenden la búsqueda de butaca una vez iniciada la proyección, bien porque han entrado tarde en la sala, bien porque desean cambiar la que inicialmente eligieron.

5) Este punto es sólo para prensa y acreditados. Antes de cada sesión, formule la pregunta obligada: “Y ésta, ¿cuánto dura?”. Para el público -especialmente, el no fumador- este dato puede ser anecdótico, pero resulta crucial si por la mañana has visto dos películas de la Sección Oficial y por la tarde tienes que ver una tercera que dura cuatro horas para, a continuación, volar a redacción para escribir las críticas de todas ellas.

6) Éste también es sólo para prensa y acreditados: en las entrevistas a varias bandas, no olvide preguntar al actor o director por los localismos típicos. “¿Qué recuerda de su paso hace veinte años por el Festival?”, lo cual suele dar pie a que el interpelado ensalce la cocina donostiarra. Por alguna razón, este tipo de preguntas desquicia a los compañeros de la prensa de Madrid. No sé, como que sienten que les rompe el ritmo de la charla o algo así.

7) Y recuerde: durante todo el festival, ni se le ocurra coger un pintxo de una barra sin protección. La cosa funciona así: hay gente que no se quita la acreditación del cuello desde que llega a Donostia hasta que se va, en total, una decena de días como mínimo. En los bares, esa gente se abalcona sobre la barra, peinando con su txartela -primero hacia adelante, luego hacia atrás- cuantas cremas, mayonesas y reducciones coronan nuestras afamadas banderillas. A estos ejemplares se les reconoce porque a partir del segundo día, máximo el tercero, llevan siempre restos de foie micuit en la acreditación.


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