La parte más aburrida del ciclismo no son las etapas llanas sin viento de cola, sino la liturgia que sigue a cada positivo. Vivimos en una permanente espera de los resultados del contranálisis, amenizada con simpáticas declaraciones que han alumbrado desde construcciones sintácticas simples -“no he tomado nada prohibido”- hasta piezas inmortales del surrealismo -“estoy convencido de mi inocencia”-.
Mención aparte merece alguna rueda de prensa gospel en la que el presunto ciclista, rodeado de los mejores miembros de su clá, anunciaba la llegada del mesías en forma de pruebas irrefutables que demostrarían de forma palmaria su inocencia. Hasta hoy, claro.
Como a todo buen ganador del Tour de Francia, ahora le ha tocado el turno a Alberto Contador. En estos casos, lo principal es respetar la presunción de inocencia: en
el sentido legal del término en lo que respecta a los corredores y en el de que todos los días son 28 de diciembre en lo que afecta a los
aficionados.
El desprestigio del ciclismo no deriva de la -al parecer- extendida práctica del dopaje, sino de una obviedad: frente a tanto farsante, es muy complicado compatibilizar unos resultados competitivos en la carrera con una sangre impoluta en el laboratorio. Contador es por el momento el último nombre de la lista de los empeñados en demostrar lo contrario.
Por eso, las primeras noticias apuntan a una posible contaminación alimentaria por clembuterol, un agente anabolizante que se utiilza para el engorde de ganado, y a que los
deportistas lo mismo les aumenta la masa muscular que les reduce la grasa
corporal.
Nos encontramos en una situación paradójica: si la teoría del ciclista de la contaminación alimentaria se demuestra cierta, se confirmará a la vez otra extendida sospecha, la de que todos estamos sometidos a un envenenamiento paulatino pero inexorable, incluidos quienes en principio no tenemos la menor intención de subir el Tourmalet a golpe de pedales.
Así las cosas, cabe preguntarse si el dopaje de los ciclistas no obedecerá al deseo de mejorar el rendimiento mediante procedimientos químicos, sino a un intento desesperado por enmascarar la dieta mediterránea. A estos hemos llegado.