Como siempre ocurre con los ‘realities’ televisivos que no alcanzan un mínimo de audiencia, la gincana en cuatro fases que Odón Elorza se había auto-organizado para ver si finalmente se proclamaba candidato a un sexto mandato como alcalde de Donostia se ha caído de la parrilla política antes de su conclusión. Estos concursos requieren un mínimo de suspense y en este caso, todo el mundo dio por supuesto desde el primer episodio que Elorza acabaría cabalgando la ola.
Cada vez que alguien dice que el proyecto de Odón está agotado tras veinte años en la Alcaldía, lo que en realidad está diciendo es que el resto de los partidos llevan ya veinte años plácidamente instalados en la oposición, rebosantes quizás de nuevas ideas que parecen interesar mucho, pero sólo a unos poquitos.
Dicho de otra forma: los triunfos electorales del primero serían imposibles de entender sin la inoperancia política de los segundos. Cada record de Odón en materia de permanencia en el poder viene acompañado de su correspondiente pareja: el record de tiempo del resto en la oposición.
En un ejercicio de humor, a Elorza se le reprocha que consiga lo que otros intentan pero no pueden, bien porque no saben cómo, bien por una especie indolencia entendida en su forma más extrema, practicada siempre -todo hay que decirlo- con la enorme complacencia de sus respectivos acólitos, que también de esto culpan al alcalde, quizás para esconcer su insolvencia.
Al fin y al cabo, el ‘hombre de Igentea’ obtiene más votos que cualquier otra lista del PSOE en el resto de las convocatorias electorales y – para mayor humillación de la frágil teoría del desgaste–, su respaldo en sufragios va en aumento cada cuatro años. De forma simultánea, las formaciones rivales están ocupadas explicando a su nuevo candidato-revelación qué es Cristina-Enea, por dónde cae Intxaurrondo y cosas así.
Es posible que la longevidad ‘elorziana’ en el cargo obedezca a la implacable lógica de los descartes, según la cual, el votante donostiarra se ve abocado a quedarse con la sota, ante el cansino goteo de treses y cuatros que pasa por sus manos.
Pero, a día de hoy y a falta de ocho meses para los comicios municipales, la oposición donostiarra, en cualquiera de sus formatos, vuelve a tener nulas posibilidades de ganar. Su única esperanza estriba en que el propio Elorza le haga su trabajo y se encargue de perderlos. Y para que esto pase, haría falta poco menos que una catástrofe, qué sé yo, que Zapatero le mostrara en público su inequívoco apoyo o algo así.